Muchas cosas están sujetas a la mundanza del tiempo. También el concepto que se tiene de los animales. Ahora que hay gran algarabía de pájaros leo lo que Valentín García Yebra escribió sobre los gorriones. Cita al licenciado Francisco Marcuello, canónigo de Daroca, autor de la Historia natural y moral de las aves (Zaragoza, 1617). Recogía el Licenciado distintas opiniones sobre los gorriones. Bartolomé Ánglico, por ejemplo, consideraba a tal pájaro como "ave inconstante, y muy importuna a los hombres, en cuya casa hace sus nidos". Los gorriones tenían fama probada de fogosos y salaces. Ahora bien, las cosas como son, no pueden ser calificados como auténticos libertinos por la fidelidad demostrada hacia su correspondiente gorriona. En este aspecto eran ejemplares. También tenían otras virtudes no reconocidas, que yo sepa, por Aristóteles, Plinio y otros sabios. Eran, y son, audaces, inquietos, optimistas, amigos del sol, estoicos en las heladas, individualistas y sociables al tiempo. Y se muestran conformes con los tonos grises y pardos que Dios les ha dado como discreto adorno.
También eran pardos los capotes de los labradores y hortelanos, antiguos enemigos de los gorriones. Afirma el licenciado Marcuello que "por ser astutos, y tan dañosos en los sembrados, que en muchas partes ha sido forzoso hacer leyes y estatutos a favor de los que más gorriones mataren". En los archivos de Jaén he encontrado referencias que confirman lo anterior. En febrero de 1700 el Cabildo municipal de dicha ciudad, "considerando el gran daño que causan los gorriones en las siembras en tiempos que estan granados los trigos y demas semillas", ordenó que en el plazo de veinte días, cada vecino matase seis ejemplares y los entregase a las autoridades municipales. Los desobedientes pagarían una multa de cuatro reales. La orden se dio, precisamente, cuando los gorriones comenzaban a estar más inquietos y a dar más brega. Disposiciones similares se dictaron en mayo de 1715, marzo de 1730 y febrero de 1794. En 1833 la cuota de gorriones cambió. Los vegueros, hortelanos y labradores debían entregar una docena y el resto de los vecinos seis. Este trabajo se podía encargar, previo acuerdo y gratificación, a algún mozo o pobrete. No era propio de gente de lustre acudir a tareas venatorias de poca monta, pasar fatigas por los barrancos y marrar perdigonadas con caza tan triste, menuda y de tan poca seriedad. Da pena todo esto pero así eran las cosas.
También eran pardos los capotes de los labradores y hortelanos, antiguos enemigos de los gorriones. Afirma el licenciado Marcuello que "por ser astutos, y tan dañosos en los sembrados, que en muchas partes ha sido forzoso hacer leyes y estatutos a favor de los que más gorriones mataren". En los archivos de Jaén he encontrado referencias que confirman lo anterior. En febrero de 1700 el Cabildo municipal de dicha ciudad, "considerando el gran daño que causan los gorriones en las siembras en tiempos que estan granados los trigos y demas semillas", ordenó que en el plazo de veinte días, cada vecino matase seis ejemplares y los entregase a las autoridades municipales. Los desobedientes pagarían una multa de cuatro reales. La orden se dio, precisamente, cuando los gorriones comenzaban a estar más inquietos y a dar más brega. Disposiciones similares se dictaron en mayo de 1715, marzo de 1730 y febrero de 1794. En 1833 la cuota de gorriones cambió. Los vegueros, hortelanos y labradores debían entregar una docena y el resto de los vecinos seis. Este trabajo se podía encargar, previo acuerdo y gratificación, a algún mozo o pobrete. No era propio de gente de lustre acudir a tareas venatorias de poca monta, pasar fatigas por los barrancos y marrar perdigonadas con caza tan triste, menuda y de tan poca seriedad. Da pena todo esto pero así eran las cosas.