viernes, 28 de diciembre de 2012

EL TIEMPO EN LA NAVIDAD DE 1800

"En la provincia de Madrid hace un tiempo frío y vario; en la de Toledo vario con lluvia y frío; en la de Jaén ha llovido y nevado; en la de Granada ha llovido también y nevado con abundancia, y se experimentan fríos extraordinarios; y ultimamente en la de Valencia reynan vientos fuertes y fríos".

Correo Mercantil de España y sus Indias, jueves 25 de diciembre de 1800 

domingo, 23 de diciembre de 2012

VILLANCICOS PARA LA NAVIDAD DE 1750

El año de Nuestro Señor de 1750 fue terrible por las sequías y miserias padecidas. Faltaba pan en las tahonas y los labradores apenas tuvieron trigo para la siembra. En los maitines para celebrar la Navidad se cantaron, en la Catedral de Jaén, unos villancicos centrados, sin olvidar lo sagrado, en las penurias que se sufrían. Su autor fue don Juan Manuel de la Puente, racionero y maestro de capilla, de dicha Santa Iglesia. Los seises de dicha Santa Iglesia Catedral interpretaron un estribillo que decía lo siguiente:

Pan, pan pan.
     Yo quiero comer.
      Yo quiero mascar.
      Yo quiero engullir.
    Yo quiero tragar.
Pan, pan, pan.
         Mi hambre es feroz.
        Mi hambre es fatal.
  La mía es cruel.
   La mía es voraz.
Pan, pan, pan.
        Yo diez quarterones
          me atrevo a encajar.
    Yo cinco molletes
        me podré embocar.
    Yo seis panecillos
        de a libra y no más.
          Pues yo tres hogazas
y sin desonzar.
Pan, pan pan.
   Yo quiero comer.
     Yo quiero mascar.
     Yo quiero engullir.
   Yo quiero tragar.
             Pobrecitos, pobrecitos;
             qué dolor! vengan acá:
              que para tanto zoquete,
                  zoquetes no han de faltar.
         A mí, a mí. Toma tú.
          A mí, a mí. Avrá tal?
          A mí, a mí. Dexenmé.
          A mí, a mí. Callen ya.
                 No me irriten la paciencia,
        que para todos avrá;
                     pues no es Licenciado Cabra
                (ni Oveja) quien se lo da".

Los seises -Hidalgo, Oreja, Bermúdez, Moreno, Andrés, Galán, Pulgar, Durán, Gómez, Carazo y Simonillo- soñaban con molletes, panecillos y  hogazas. Hay cierto alarde, de tradición picaresca, del desconsuelo de sus hambres. Además la desenvoltura y el desenfado expresados en estos cantos tienen poco que ver con el tópico de la España negra y triste. La alegría de los españoles en la celebración de la Navidad viene de muy antiguo. Asistirían a los maitines buena parte del clero local y los familiares del Santo Oficio. También los componentes del gobierno municipal, encargados de garantizar los abastos y administrar el Pósito, que tendrían que encajar, resignadamente, ciertas alusiones.

La edición que he consultado: Letras de los villancicos, que se han de cantar en esta Santa Iglesia Cathedral de Jaen, en los Solemnes Maytines del Nacimiento de nuestro Redemptor Jesu Christo: en este año de 1750. Compuestas  (assi poesia como musica) por Don Juan Manuel de la Puente, Racionero, y Maestro de Capilla de dicha Santa Iglesia. En Jaen por Lucas Fernandez.

Felices Pascuas para todos los lectores de  Retablo de la Vida Antigua.


martes, 18 de diciembre de 2012

DON JERÓNIMO DE BARRIONUEVO

La biografía de don Jerónimo de Barrionuevo nos parece, con razón, extraordinaria. Vidas como la suya, sin embargo, no eran muy infrecuentes entre los hombres de su tiempo. Muchas veces he encontrado, en mis estudios sobre el siglo XVII, personajes que llevaban -ya en la madurez- existencias discretas, oscuras incluso, y que contaban con un pasado épico, vivencias terribles y recuerdos de riesgos y venturas. De los lances de capa y espada pasaban, llegado el momento, a la vida rutinaria y sosegada sin mayores novedades.  Tras el batir del tambor tocaba el rumor del cabildo catedralicio, la regiduría de aldea o el administrar una pasable rentilla. España fue una gran potencia por saber criar a personajes de este tipo. Cuando empezaron a faltar vino a perderse todo.

En Ambos Mundos escribo sobre don Jerónimo de Barrionuevo, tesorero de la Iglesia de Sigüenza, soldado viejo y hombre siempre bien informado.

sábado, 15 de diciembre de 2012

LA HONDA Y LOS LOBOS

Los días cortos del invierno son buenos para hablar de lobos. En Los hornilleros, de González- Ripoll, se describe la aventura de dos pastores de antes de la guerra. Pasaron una noche cercados por una manada en algún lugar de la Sierra de Segura. Eran los lobos "sombras escurridizas, como terneros con la cuca". Uno de los pastores, atento y firme -como héroe de la Antigüedad- mantenía a raya a las fieras con la honda. A cantazos. Saltaban chispas, visibles en la noche cerrada, al impactar las piedras contra las rocas del monte.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

ZAPATOS BLANCOS



Los llamados zapatos blancos, gran lujo de los elegantes del siglo XVII, estaban confeccionados con cuero de ciervo o de gamo y no con piel de caballo o asno. Estaban cosidos a correa y eran propios de soldados y gente de milicia. Como las plumas en los sombreros. En las Constituciones Sinodales del Obispado de Jaén de 1624, ordenadas por el obispo don Baltasar de Moscoso y Sandoval, se advertía, en relación a los penitentes que participaban en las procesiones, que "ninguno que tenga el rostro cubierto pueda llevar espada, ni daga, ni zapatos blancos" bajo multa de un ducado. Recordemos, además, que al Conde Duque le calzaron botas blancas cuando lo amortajaron.


viernes, 7 de diciembre de 2012

LA INMACULADA CONCEPCIÓN Y LOS DOMINICOS

La Orden de Predicadores tuvo un crecimiento modesto en la época de los Austrias. Una causa de este hecho, según Antonio Domínguez Ortiz, pudo ser su actitud crítica respecto a la creencia en la Inmaculada Concepción de María. Las disputas, relativas a esta cuestión, fueron muy intensas en la España del XVII y no sólo en ámbitos eclesiásticos. Los dominicos llevaron las de perder. En Sevilla, indica Domínguez Ortiz, bandadas de muchachos los abucheaban mientras la gente cantaba, con unción, las coplas marianas de Miguel del Cid. Las controversias se convertían, día a día y al margen de su fundamento teológico, en un potencial problema de orden público. Por razones menores se amotinaba la gente llana. En el bienio 1615-1616 las tensiones existentes al respecto desvelaban al gobierno de la Monarquía. Roma, a pesar de las continuas peticiones de la Corona española, no se pronunciaba aunque sí llegó a prohibir las opiniones contrarias a la fe inmaculista. Tal disposición afectaba directamente a los dominicos. Éstos se quejaban, con cierta razón, pues decían ser prudentes teólogos, fieles defensores de la ortodoxia católica - nada menos que el nervio del Santo Oficio-y devotos sinceros de la Virgen. Con sus criterios, decían, no atentaban contra dogma alguno. A pesar de todo, su impopularidad creció por días. Ya en los años finales del reinado de Felipe IV, el Consejo de Castilla llegó a amonestar a la Orden por los alborotos que provocaban sus frailes en los sermones. Medidas similares se tomaron en Indias. Por su parte, cabildos municipales, gremios y distintas corporaciones exigían a sus miembros votos solemnes y el juramento de defender la Inmaculada Concepción de María.

sábado, 1 de diciembre de 2012

CARTA DE UN PICADOR AL MARQUÉS DE PERALES

Andrés Hormigo, picador de toros, fue requerido para que participase en los festejos taurinos organizados, con motivo de las bodas de Isabel II, en 1846. Ésta es la carta que envió desde Salamanca al marqués de Perales. Merece una detenida y paciente lectura:

Salamanca y 26 de septiembre de 1846

Señor Marqués de Perales.

Muy Señor mío, y amigo recibí su apreciable fecha del corriente por la que veo echo Vdes el fabor de acordarse de mí por lo que viviré toda mi vida agradecido á V.S. y á los demás compañeros pero allandome en cama con calenturas hace dos meses y medio y la enfermedad sin querer ceder en nada, y por esto mismo no puedo ir á esa y lo siento infinito pues ya llevo ocho meses de enfermedad y yave V.S. si me ará falta el dinero cuando no vivimo de otra cosa, V. S. disimule que no baya la carta como corresponda pues no se otra cosa, y V. S. mande a este seguro su  servidor que S. M. B. 

Andrés Hormigo.

Federico Mínguez que publicó esta carta en La Lidia de 3 de abril de 1893 hace constar: "No puede darse en la carta mayor sinceridad, y es prueba palpable que el amanuense no andaba muy á buenas con la Ortografía". Por nuestra parte no podemos dejar de indicar la cortesía y la llaneza con la que Hormigo trataba de amigo a un título del Reino. No han faltado observadores, entre viajeros extranjero, a los que ha llamado la atención esta relativa familiaridad,sin faltar a las reglas de la cortesía, entre la nobleza y el pueblo llano en la España del pasado. Es también un ejemplo de corrección, en el fondo al menos, sobre el modo de tratarse por carta.  Por cierto, los picadores que participaron en las corridas fueron los siguientes: Antonio Sánchez, Antonio Rodríguez, Antonio Fernández, Juan Gallardo, José Álvarez, José Muñoz, Pedro Romero, Manuel Lerma, Juan Martín, Francisco Atalaya y Manuel Martín. Como sobresalientes figuraron Isidro Santiago Barragán y Francisco Ezpeleta.

POBRES DEL BARROCO

Había muchos tipos de pobres en la España barroca. Los pobres vergonzantes eran personas de calidad, gente principal que debía ser socorrida con mucho miramiento y sin menoscabo de su honra. Recibían la limosna con gesto indulgente como si fuesen ellos los que hacían tal merced. Otros, sin llegar a tanto, encajaban la pobreza con entereza y dignidad. Hay una denominación que aparece con frecuencia en los documentos de archivo que, a lo largo de los años, he tenido la fortuna de consultar. Es la de pobre de solemnidad. Desconozco si hay algún término equivalente en otras lenguas. Agradecería a los lectores cualquier aportación al respecto. La admisión de la propia pobreza no originaba un sentimiento de deshonra. He constatado, por la lectura de padrones de hidalgos que vivieron en Jaén, en tiempo del Conde Duque, que no pocos nobles reconocían su indigencia con absoluta sinceridad, sin darle al asunto más vueltas. Su orgullo ensombrecía, a partes iguales, a la riqueza y a la miseria. También recuerdo el caso de la viuda de un hidalgo de inicios del XVIII,  con el doña delante de su nombre , a la que enterraron con un funeral de limosna "por la suma pobreza" que, según el párroco, padecía. No sé la razón pero, desde hace muchos años ya, imagino a doña Catalina -que así se llamaba- en sus destartaladas estancias, cercanas a la Casa de la Compañía de Jesús, bajo la incierta luz del siglo XVII.

Sobre los conceptos de pobreza y riqueza, en los medios católico y protestante respectivamente, es muy conveniente la lectura de una interesante entrada, incluidos los comentarios, de En Compostela.

lunes, 26 de noviembre de 2012

EL VALOR DE UN MARINERO RUSO DE 1815



El 23 de marzo de 1815, El capitán Sevilla viajaba a Indias a bordo de la fragata La Providencia. Formaba parte de las fuerzas destinadas a sofocar la rebelión general que contra España se extendía por todo el Imperio en América. Recordaba nuestro oficial como en dicha travesía una ola lanzó al mar a un hombre. Un marinero se lanzó a salvarlo en medio de un espantoso oleaje. Causaba horror presenciar el trance. Con grandes riesgos y trabajos el marinero -de nación rusa- consiguió subir a cubierta al capitán Pereira, que así se llamaba el caído al mar. El capitán del buque mandó que, con premura, suspendieran a Pereira, agarrándolo por los pies para que -a fuerza de sacudidas- expulsara el agua que había tragado. Acudió, con este fin, un tripulante, fuerte como un toro pero corto de talla por lo que los vapuleos propinados al medio ahogado capitán no fueron efectivos. Decidió entonces asumir esta tarea el marinero que antes se había jugado la vida. El ruso -recordaba el capitán Sevilla- era "un gigante de atlética musculatura [...] de talla colosal y fuerzas hercúleas, de ancho pecho y de muñecas tan anchas y nervudas, que a su lado habrían parecido de dama las mías". Tanta era su fortaleza que, según escribe Sevilla con ingenua, desgarrada y cuartelera expresividad, el infortunado Pereira fue levantado "en el aire como un pollo" y "el agua salió a borbotones de la boca del náufrago". Y así salvó su vida por segunda vez. Tras superar un intervalo de estupor toda esta gente endurecida rezó con sincera devoción, dio gracias a Dios y organizó una gran comida. Consta que el anónimo y decidido marinero ruso presidió la mesa en premio a su coraje.


Capitán Rafael Sevilla, Memorias de un Oficial del Ejército Español. Campañas contra Bolívar y los separatistas de América, edición R. Blanco- Fombona, Editorial América, Madrid 1916.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

TABACO Y OCTAVILLAS EN 1780

Las disposiciones contrarias a los fumadores no son nuevas. Desde las relacionadas con el pernicioso efecto del tabaco para la salud, pasando por las dudas existentes sobre si el tabaco rompía el ayuno o de si se podía consumir dentro de los templos. Ya hemos tratado este asunto en otras ocasiones, siempre con los acertadísimos comentarios de los ilustrados lectores que, con tanta paciencia como indulgencia, frecuentan este cuadernillo sobre los españoles antiguos. El tabaco, además, siempre ha tenido una especial relación con el fisco. En la España de los siglos XVII y XVIII no era barato y su venta estaba controlada por la Real Hacienda. Los estancos actuales son, por tanto, cosa ya antigua conocida por los tatarabuelos de nuestros abuelos y desde antes todavía. Este control estatal era burlado por los contrabandistas que, a mayor o menor escala, daban esquinazo a recaudadores y guardas, carabina en ristre, para introducir en el mercado el tabaco y otros productos de distinta naturaleza, al margen de impuestos y aranceles. Tengo constancia de la existencia de estanqueros del siglo XVIII que compraban tabaco de mala procedencia, a veces, por miedo a los contrabandistas que, como gente del trueno, eran peligrosos y de poca paciencia. Pero el caso que nos ocupa, de 1780, los administradores de la renta real del tabaco de Jaén denunciaron a varios individuos por comprar pequeñas cantidades de rape, de procedencia ilícita, para su recreo personal. Es casi seguro que era del Brasil. Al parecer fueron procesados y el juez, no sin benevolencia y con optimismo dieciochesco, los absolvió sin darle demasiada importancia. Decidieron, entonces, los absueltos escribir y lanzar "papeletas" por las calles para dar, cabe pensar que no sin jactancia, tan gratísima noticia a los vecinos. La redacción de los pasquines debió de efectuarse entre humaredas, carrasperas y estornudos. No quedó aquín el asunto. Hubo más querellas a raíz de esta manifestación de triunfo, considerada irrespetuosa por la Real Hacienda y por el Concejo de Jaén, temeroso siempre a los motines en la calle.

domingo, 18 de noviembre de 2012

MAJADEAR



Majadear es lo que hacía el ganado trashumante cuando, con sus cagarrutas, fertilizaba los barbechos. En una memoria, de 1875, sobre el estado de la agricultura en la provincia de Córdoba, se habla de los sistemas de abonado: "Los barbechos se abonan con el estiércol de cuadra y de ganado vacuno, haciéndose también uso del majadeo, si bien en esta última práctica no suele observarse la regularidad debida, o sea, que redilen 300 ovejas en una hectárea durante 15 noches,en cuyo tiempo queda el suficiente abono para la tierra". El refranero del campo da testimonios crecidos de lo beneficioso de esta práctica. Rodríguez Marín en Cien refranes andaluces (Sevilla 1894) recoge uno muy poco respetuoso que dice "Más vale cagarruta de oveja/ que bendición de obispo". Puede tener relación con las rogativas contra las sequías, la costumbre de bendecir los campos y de practicar conjuros contra las plagas. Es de raíz ganadera y antigua el verbo redilar o redilear.  Para Fernández Salcedo, en su imprescindible estudio La vida privada del toro, la majada es un espacio intermedio entre el campo y los corrales. Es también el lugar en que se recogen por la noche el ganado y los pastores. Majadero es, por la lamentable y ocasional injusticia de las palabras, el nombre dado a la persona de ninguna formación y poca cabeza.

Sobre el informe citado: Juan de Dios de la Puente y Rocha, Memoria sobre el estado actual de la agricultura, industria rural y ganadería en la provincia de Córdoba, Córdoba 1875.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

MÁS SOBRE EL ATAVÍO DE LA GENTE DE COLETA




El Padre Coloma conocía bien el mundo taurino. No siempre lo trataba con  benevolencia aunque no deja de percibirse en su obra el rescoldo de una vieja afición. En su obra Pilatillo aparece Frasquito Muñoz, conocido como Desperdicios. Un personaje de ficción que no debe confundirse con el torero Manuel Domínguez, célebre por su desgarro y entereza. Coloma, con pocos paños calientes, describe a Desperdicios, al de la novela no al de verdad, insisto, como "parte infinitesimal de un Paquiro o de un Redondo, que muy bien podía ser un pillo de playa, un pelón del matadero, o un recluta de presidio". No está mal el plantel de posibilidades. Los pelones de matadero debían de ser tipos de cuidado, de incierta y aperreada vida -sería asunto de interés escribir sobre ellos- pero no nos detengamos y volvamos al Desperdicios de Coloma "preso en unos calzones negros tan ajustados que parecían de punto, con faja de lana encarnada, chaquetita corta gris con trencillas negras, sombrero hongo de alas anchas y tendidas con un palito de dientes sujeto en la cinta: traía la cara afeitada, enormes chuletas en ambas sienes y la coleta hecha trenza que ocultaba bajo el sombrero. En el ángulo izquierdo de la boca sostenía siempre una colilla, y escupía sin cesar por el derecho, con cierto chasquido propio que producía la saliva al pasar por entre sus dientes ralos y sucios". Presentar una cara rasurada era hábito propio de los toreros del XIX en contraposición a la costumbre, predominante en el resto de los varones de la época, de lucir barbas y bigotes. En Ángel Guerra, de Galdós, encontramos a un tipo, de desaconsejable trato también, que se hacía pasar por torero o por hombre de ambientes taurinos, que es identificado como tal por su rostro afeitado. Las chuletas eran las patillas largas. Como las que con desenvoltura, cabalmente y como es debido, luce el señor de la ilustración.

lunes, 12 de noviembre de 2012

ARGÜELLES Y LOS INGLESES



En los días más duros de la guerra contra Napoleón no pocos liberales españoles expresaron su admiración por Inglaterra. Allí, poco tiempo después, muchos buscaron amparo. Eran los días del absolutismo sin gracia ni grandeza de Fernando VII. Sobre uno de estos liberales bien puede leerse un artículo en Ambos Mundos (una excelente revista).

jueves, 8 de noviembre de 2012

LA CAPA DE VAN - HALEN





En su viaje a Rusia, iniciado en 1818, el general don Juan Van-Halen dio muestras sobradas, muy a la española, de altanería y altivez. Agustín Mendía cita un suceso al respecto: "Entonces entraron en la Polonia Prusiana; allí empezaron a encontrar mejores postas y a ser mejor servidos en las posadas. Pero el frío iba cada vez más en aumento. Mr. Koch notó que la capa de Van-Halen, (la misma que le cubrió Patricio Domingo al escaparse de la inquisición) era insuficiente para defenderle de sus rigores. El general, por un impulso de amor propio, que Mr. Koch calificó de orgullo castellano, quiso persuadirle que prefería la que llevaba a sus mejores abrigos, y que los españoles (cosa que por otra parte no deja de ser fundada) aguantan un clima riguroso, quizás mejor que los de otros países, como lo han demostrado en muchas ocasiones".

Agustín Mendía, Dos años en Rusia, obra redactada a la vista de las memorias y manuscritos originales del general D. Juan Van-Halen, Valencia 1849.

domingo, 4 de noviembre de 2012

SAN JUAN DE ÁVILA Y LOS ESCRIBANOS





En el epistolario de san Juan de Ávila se recoge una carta enviada a un asistente de Sevilla. Era, este oficio de asistente, similar al de corregidor. Le preocupaba al Santo la censurable y extendida costumbre de jurar en falso, no sólo por el perjuicio que causaba al buen orden de la república, sino también por el riesgo de perder el alma en que incurrían los perjuros. En particular señalaba como los "más desenfrenados", en tan reprochable comportamiento, a los escribanos. No sólo por las componendas que organizaban en sus escritorios sino por no respetar el obligado juramento de guardar el arancel. Cobraban estos malsines, en sus escrituras y actuaciones, más derechos de lo legalmente establecido. Aparte estaba la recurrente acusación -de la que eran asimismo objeto escribanos, procuradores y alguaciles- de promover pleitos y querellas "por renzillas muy livianas" e  incluso de obstaculizar perdones, partimientos de mano y conciliaciones. Justo es reconocer, sin embargo, que a los españoles de los siglos XVI y XVII tampoco era muy difícil animarlos para iniciar pleitos que, en ocasiones, se dilataban durante generaciones. A pesar de todo, el desamparo de la gente corriente ante estos ministros y curiales era manifiesto  y escandaloso pues, por poca cosa -según nuestro personaje- llegaba un alguacil "y haze tal ricia en ellos que llega a venderles sus bestezuelas y alhajas". Estos abusos causaban, incluso, la despoblación de los lugares, calamidad que quitaba el sueño a los más preocupados por los males de la Monarquía. Decía san Juan de Ávila: "sé yo de algún pueblo del qual por sola esta causa se desvencindavan muchos vecinos". Ya debían de ser insufribles las tropelías padecidas para que tantos tuviesen que liar su hatillo y lanzarse a los caminos a buscar lugar donde asentarse. San Juan de Ávila, hombre de despierto ingenio, buscaba el origen de estos males y era consciente de la feroz competencia existente entre los escribanos de distinto tipo y del elevado coste del arrendamiento de sus oficios. Era habitual que personas de caudal comprasen escribanías a la Corona o a otros particulares para arrendarlas a un teniente y, de esa forma, percibir unos ingresos variables según la naturaleza del oficio. "Si ellos no roban no pueden pagar la renta y comer" decía el Santo. A pesar de todo estas generalizaciones no dejaban de ser injustas y, en una u otra medida, las padecieron todos los sectores profesionales de la España de los siglos XVI y XVII.

jueves, 1 de noviembre de 2012

LO INAGOTABLE



"Vagaba por los ámbitos vacíos
  del humilde y herboso cementerio,
el aroma de muerte que despide 
              la tierra de los muertos."

                José María Gabriel y Galán, "Lo inagotable", Castellanas (1902).

La fotografía pertenece a Baños de la Encina, Tenerife y otras cosas y se publica en Retablo de la Vida Antigua gracias a la cortesía de don Diego Muñoz- Cobo

domingo, 28 de octubre de 2012

LA ADMIRACIÓN Y EL SILENCIO


Un buen consejo para los que aspiran a seguir la vía caballeresca y gentil: "La admiración se precia más del silencio, que de la voz, o la pluma". Mantenía esta afirmación nuestro caballerizo don Lope de Valenzuela y Peralta, veinticuatro de Baeza. Capaz fue el tiempo, asistido por los siglos y el olvido, de empañar su recuerdo mas no su razón.

En la introducción de la obra de don Gregorio de Tapia y Salcedo, Exercicios de la Gineta al príncipe D. Baltasar Carlos, Madrid 1643.

lunes, 22 de octubre de 2012

TRATARSE POR CARTA

Los españoles de los siglos XVI y XVII descubrieron y se aficionaron al correo. En 1580 se abrió en la Puerta del Sol de Madrid una estafeta en la que los particulares podían enviar o recoger sus cartas. Ya no era el correo un medio sólo destinado a los más graves asuntos de la Monarquía. Una villa de la España interior como Pozoblanco, en el Reino de Córdoba, tenía en 1622, dentro de sus modestos gastos, una asignación especial para correos. Años antes, el Concejo de Jaén, apremiado a hacer ajustes muy estrictos en sus cuentas, que en esto como en todo hay pocas cosas nuevas, consideraba imprescindibles los gastos destinados a correos y estafetas por ser necesarios al bien público. El desarrollo del estado, desde el final de la Edad Media, y el propio nacimiento del mundo moderno son incomprensibles sin estos modestos pliegos que, en unos cuantos días, recorrían extensos espacios. Las propias relaciones personales así como las complejas redes de patronazgo se configuraban a través de las cartas. En 1614 el licenciado Jerónimo de Quesada, secretario del Santo Oficio y maestro de ceremonias de la Catedral de Jaén, afirmaba que don Juan Coello de Contreras, futuro consejero de Castilla, era deudo del conde de Barajas, del cardenal Zapata y del inquisidor Zapata "y como tales se comunican y se tratan por cartas". Se aportaba este hecho, como prueba de las relaciones familiares con tan alto personaje, para acreditar la nobleza de don Juan, que aspiraba a conseguir un hábito de Santiago.

Sobre obras pictóricas relacionadas con las cartas pueden consultarse un par de excelentes artículos en el blog Ars Vitae

jueves, 18 de octubre de 2012

NOCHE DE PERROS Y MALA JORNADA

Ahora que comienza la temporada de caza es buen momento para recordar a don José Moreno Castelló, profesor y silvelista, hombre elegante. En sus escritos sobre caza, a finales del siglo XIX, describió las penalidades pasadas en un cortijuelo, cerca del Guadiana Menor, en la provincia de Jaén.  El relato tiene mucho sentido del humor y no carece de interés etnográfico pues refiere algunos detalles sobre formas de vida del pasado y la pobreza existente en los medios rurales. Don José se desplazó allí con otro cazador, también cuquillero, con la esperanza de, al día siguiente, cazar la perdiz con reclamo. Vivían en el cortijillo, que les iba a servir de alojamiento, dos hermanos solteros y de pocas palabras. La única pieza habitable era la cocina que se hallaba a la entrada. A cada lado de la lumbre había dos poyos, para sentarse o dormir, con apenas un par de metros de longitud. El combustible para la lumbre consistía en boñigas de reses vacunas y granzones. El alumbrado se limitaba a un candil colgado de un cordel. Todo esto estaba, y lo digo sin exageración, como en los tiempos de Viriato. Lo peor es que al pie del poyo dormía "una enorme marrana", asilvestrada y amenazante. Uno de los anfitriones se despidió y se largó al pueblo más cercano. El otro, al llegar la noche, no quiso saber nada, se cubrió hasta la cabeza, con una manta o capote, y a los cinco minutos estaba dormido, sin señal de remordimiento alguno, amenizando el panorama con potentísimos ronquidos. Para más espanto estos ruidos se mezclaban con los de la res porcina que, recordaba espantado Moreno Castelló, "inconsiderada, bufaba sin descanso y desalojaba gases de su monstruoso cuerpo, que llegaban hasta nosotros y no con olor de ámbar". Horroroso cuadro. Por si fueran pocas las penalidades fueron atacados por legiones de pulgas enfurecidas, imagino que curiosas y alborozadas por la presencia de los dos cazadores provincianos. Desengañados, ante la imposibilidad de dormir por las pulgas, la marrana y los bramidos, trataron de encender el candil, no sin grandes apuros, para jugar a las brisca. La partida no debía de ser muy alegre pero había que adaptarse a lo que viniese. Cuando ya comenzaban a pasar, mal que bien, el trago se agotó el aceite del candil. Adiós a las cartas. Resignados permanecieron a oscuras y en silencio, sin más entretenimiento que esperar la amanecida, con añoranzas del bendito y modesto confort de sus casas. Después, con el cuerpo bien baqueteado y, cabe pensar, con un humor tan de perros como la noche padecida, salieron al campo pero la caza fue imposible por el viento, racheado y antipático. La cabalgadura que llevaban, muy resabiada, "un hermoso animal, sobrado de carnes y de genio y falto de trabajo" comenzó a trabear cuando se acercaban los cazadores y lanzó al suelo toda la impedimenta, debiendo cargar nuestros personajes con las jaulas, mantas, zaleas y otros engorrosos accesorios y perseguir un largo trecho al animal. Hay veces que las cosas salen mal.



José Moreno Castelló, Mi cuarto a espadas, sobre asuntos de caza. Apuntes, recuerdos y narraciones de un aficionado. Jaén 1898.

domingo, 14 de octubre de 2012

FERNANDO VII O EL DISIMULO SIN GRANDEZA



Fue el monarca más nefasto de la Historia de España. Conformes. Sin embargo su personalidad suele describirse con unos rasgos tan toscos como su expresión y sus facciones. No seremos sospechosos de pertenecer al partido fernandino si reconocemos que tras su aparente garrulería, velada por el humazo de cigarros bastos y la falsa franqueza de sus palmadas en la espalda había algo más. Una suerte de sagacidad maliciosa, decantada por la experiencia y lo mucho que había visto. Quintana, liberal español, en sus cartas a Lord Holland, escribe al respecto: "Consideradle desde niño, mal querido de sus padres, eclipsado y desairado por el arrogante visir [Godoy], alejado de todo influjo y representación, contrariado casi siempre en sus gustos y aficiones, observado en su conducta, rodeado de espías y amagado muchas veces, según se decía en aquel tiempo, de perder alevosamente la vida para que perdiese la corona". La Corte siempre fue un lugar peligroso. En los tiempos de Antonio Pérez y en los de Calomarde. Después, sigue Quintana, aparece Napoleón "que pérfidamente le cautiva y le despoja". Por si fuera poco "añadid las sugestiones viciosas de las pasiones e intereses que han estado sin cesar combatiéndose alrededor suyo, los consejos contradictorios, las delaciones continuas, las perfidias e inconsecuencias que de cuando en cuando ha experimentado en sus mismos favoritos". Lo expuesto explicaba, según Quintana, su actitud recelosa, sus prejuicios hacia los liberales, el afán por el mando absoluto y esa falta de confianza advertida de manera constante en su persona. Con todo lo anterior, Fernando VII podría haber cultivado cierta grandeza trágica pero su naturaleza y su voluntad sólo le condujeron a un nihilismo castizo.

viernes, 12 de octubre de 2012

DOCE DE OCTUBRE




"¿Dónde está -decidme- una palabra clara, una sola palabra radiante que pueda satisfacer a un corazón honrado y a una mente delicada, una palabra que alumbre el destino de España?".

José Ortega y Gasset, Meditaciones del Quijote, 1914

domingo, 7 de octubre de 2012

LA ELEGANCIA DE ANTONIO FUENTES


La decisión de Juan Belmonte de desprenderse de la coleta, el trato con escritores y sus sinceras aficiones intelectuales se han considerado como un gesto de ruptura con el estilo que, desde siempre, había caracterizado al torero dentro y fuera de la plaza. Belmonte que revolucionó la tauromaquia en tantos aspectos y cuya correspondencia con las vanguardias de su tiempo es evidente, no era del todo original en tales gestos. Ya el marqués de Premio Real,  en su obra Semblanzas de los toreros del día (1900), escribía lo siguiente de Antonio Fuentes: "Es exageradamente elegante en el vestir, y es reo entre la afición sevillana de haber importado el uso de corbata, los trajes de forma inglesa y otros detalles de la toilette masculina de los señoritos". Atenuaba, eso sí, su elección que no dejase de vestir el traje corto "al que en días solemnes da la preferencia, rindiendo así pleitesía a la tradición". Junto a esto menciona Premio Real sus lujos y alardes de elegante pues "se viste tres o cuatro veces al día como cualquier gomoso; frecuenta los círculos y reuniones de la afición más distinguida; tiene coche; y en joyas y caprichos gasta un dineral". Antonio Fuentes no renunciaba a la posibilidad, incluso, de ir más allá del señoritismo castizo y convertirse, si no en un dandy, si en un gentleman. La voluntad de distanciarse de la imagen tradicional del torero no era nueva. Adrian Shubert menciona como precursor de esta tendencia a Francisco Montes y, por supuesto, a Mazzantini. Tales cambios no podían dejar de provocar grandes críticas por parte de los tradicionalistas, partidarios de que los toreros vistiesen, hablasen y actuasen como tales dentro y fuera de la plaza. Mazzantini, de hecho, envío sus padrinos a Peña y Goñi que había censurado, con ofensivas palabras según aquél, su manera de vestir y comportarse como impropia de un matador de toros.

lunes, 1 de octubre de 2012

DE ANTIGUA CIRUGÍA MILITAR

En la cirugía militar de siglos pasados hubo apasionadas polémicas sobre cuál era el tratamiento más adecuado para curar las heridas de arma de fuego. Se creía que la bala estaba envenenada por la pólvora.  Esto provocó frecuentes diferencias sobre si era o no conveniente extraer el proyectil. Los contrarios a esta última práctica consideraban, con buen criterio, que muchas veces era más peligrosa la operación que el arcabuzazo. Las heridas de bala, pensaban, se debían curar con aceite hirviendo para cauterizarlas y se podían cerrar con un compuesto a base de clara de huevo y yeso cernido. Algunos cirujanos aconsejaban aplicar sobre la herida, entre otros remedios, bálsamo del Perú, lombrices secas, grasa de cachorros, sangre de drago, bol arménico y acíbar. Era conveniente suturar las heridas con tripa de cordero, cuerdas de vihuela o hilo de seda. Se recomendaba proceder al cosido "con técnica de pellejero". Es evidente que no se andaban con tapujos en este aspecto. La herida se debía desbridar, sajar y someter al herido a sangrías. Era creencia muy generalizada que no se debía dejar la herida al descubierto para que supurase bien lo que se consideraba beneficioso. Para combatir el dolor se recomendaba el opio y el láudano. O sencillamente aguantar con entereza de veterano. Y, en caso de la más mínima duda, se debía amputar. El gran cirujano militar Dionisio Daza Chacón, estudiado por Gregorio Marañón, utilizaba para tales operaciones "una sierra de hacer peines muy finos". Es de admirar el uso diverso que se puede hacer de las cosas. De las frecuentes amputaciones proceden las abundantes patas de palo utilizadas para valerse, con más o menos gracia y fortuna, por tantos soldados estropeados. Naturalmente hubo cirujanos militares españoles, beneméritos y muy experimentados, que pusieron en duda parte de estas prácticas y aconsejaron otras, más sensatas, que salvaron muchas vidas.

 Tomo los datos anteriores de Gregorio Marañón, en particular de su indispensable ensayo "La vida en las galeras de Felipe II", recogido en Vida e Historia, Madrid, 1941, y  de la excelente obra de Francisco Guerra: Las heridas de guerra. Contribución de los cirujanos españoles en la evolución de su tratamiento, Santander, 1981.

jueves, 27 de septiembre de 2012

COMPETITIVIDAD

Los problemas de la economía española no son nuevos. La necesidad de mejorar la productividad y la capacidad de competir eran cuestiones que, desde antiguo, no pasaban desapercibidas a los más brillantes ingenios españoles. Escribía, al respecto, el ilustrado Larruga con áspera claridad, con sequedad dieciochesca: "No se puede negar que hay cerrageros en Madrid que hacen piezas tan curiosas, como las que vienen de Inglaterra, pero no hay dinero para pagarlas, ni paciencia para aguardar que las hagan".

Eugenio Larruga, Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España, IV, 1789

lunes, 24 de septiembre de 2012

PAN Y AGUA DE LOS CABALLEROS

Don Pedro Messía Ponce de León era caballero de Santiago y venticuatro de Jaén. En 1627 participó en las pertinentes pruebas, encomendadas por su Orden, para acreditar la nobleza de don Juan de Jaúregui que pretendía un hábito. Era, el aspirante, hombre de muchas letras y caballerizo de la Reina. Como había que preguntar a testigos de diferentes lugares tuvo don Pedro que viajar por Castilla, Vizcaya y Sevilla. Comenzó su ruta el dos de marzo y acabó el viaje el 17 de mayo. Era tarea enojosa y había que preguntar a unos y a otros sobre la nobleza del que pretendía lucir venera. Habría días que acabaría fatigado don Pedro tras escuchar, una y otra vez, las calidades de los abuelos lejanos del pretendiente. Tiempo antes había intervenido en la elección de la abadesa de la Asunción de Almagro.

En 1622, don Pedro, otorgó un poder al solicitador Bartolomé Álvarez de Prado para que, ante los Reales Consejos, reclamase los 12.000 maravedíes "que me están librados en la Mesa Maestral por el mantenimiento de pan y agua". Se refería al real diario que los miembros de las Órdenes Militares tenían derecho a percibir para su sustento, conocido como "el pan y agua de los caballeros". Si bien había sido un gaje para tener muy en cuenta, pasados los años, era ya un modesto y simbólico estipendio. La mitad, o menos, de un jornal de la época. Cosa de la carestía de los tiempos. La Corona, siempre alcanzada en sus cuentas, lo pagaba con demoras y a regañadientes, hasta que al final, en 1661, cerró la bolsa y decidió emplear esta partida en gastos militares.

Pan y agua de los caballeros. Contrasta la sencillez de estas palabras con la grandeza de aquellos hidalgos envueltos en sus mantos capitulares que, algún día, serían mortaja y pastizal de gusanos.

jueves, 20 de septiembre de 2012

SOLES DE SEPTIEMBRE EN 1807



"En la provincia de Madrid está el tiempo revuelto; en la de Toledo, Granada, Sevilla y Cuenca está caluroso; en la de Ciudad Real se experimentan soles picantes; en la de Extremadura está sentado; y ultimamente en las de Murcia y Córdoba está vario", (Correo Mercantil de España y sus Indias, jueves 17 de septiembre de 1807).

No tenía septiembre buena fama en el pasado. Así lo confirma el refranero, siempre tan agorero. "Por septiembre, se tiemble", decían, a la espera de la sequía continuada, de la tormenta, del granizo y, ya perdidos, de la ruina de los frutales. También nuestros antepasados aguantaron, con seguro estoicismo, días calurosos durante dicho mes. Como en aquel septiembre de 1807. No es por tanto cosa nueva y que conste para que nos sirva de consuelo, a los que reverenciamos el pasado, saber que los antiguos padecieron lo mismo. Soles picantes sobre La Mancha, sobre toda España. Resoplar de la gente goyesca y palabras fuertes en plazas y caminos. Veranos que no se acababan ni se acaban. Días robados a la silenciosa y muy nostálgica cofradía del otoño.

domingo, 16 de septiembre de 2012

SOBRE MONOS Y GATOS

Los conquistadores llamaban gatos a los monos. "Los gatos estaban dando gritos sobre los árboles" escribió Cabeza de Vaca en sus comentarios. Como gatos monillos aparecen citados por Oviedo en su Historia General y Natural de las Indias. En el siglo XVII se daba el nombre de gatos a los ladrones. Así aparecen mencionados en El Vergonzoso en Palacio (Acto I, escena XIII).  Quizás por su tendencia a trepar para entrar en las casas con no buenos fines, habilidad que compartían con los primates. O por la poca alzada de los monos que vieron los españoles en América. Pronto se trajeron de allí como animal curioso y exótico. Y no era raro que tales monillos formasen parte de los animales de compañía de las casas de empaque. Barrionuevo, en 1655, cita un mono que el duque de Uceda regaló al de Eliche. Era de pelaje negro como el azabache, andaba sobre sus dos pies y "Viene en hábito de soldado, vestido de grana, guarnición de plata, con botas y espuelas, tahalí y espada, y montera de lo mismo, con plumas y otro vestido de gala". Se lo presentaron al Rey y con hábito de cortesano se quitó la gorra  "como si fuera persona".

jueves, 13 de septiembre de 2012

LA VIDA HEROICA


Patrick Leigh Fermor, en su obra El tiempo de los regalos, describe las cruces de los caminos de Alemania. Esta referencia me hacer recordar un pasaje del Comentario de la Guerra de Alemania de don Luis de Ávila y Zúñiga donde se narra el siguiente suceso: "El Emperador, con mayor trote que podía sufrir gente de armas, seguía el camino que los enemigos llevaban, en el cual halló un crucifijo puesto, como suelen poner en los caminos, con un arcabuzazo en medio de los pechos. Esta fue una vista para el Emperador tan aborrecible, que no pudo disimular la ira que de una cosa tan fea se debía recibir y mirando al cielo dijo: <<Señor, si vos queréis, poderoso sois para vengar vuestras injurias>>". Sigue así: "y dichas estas palabras prosiguió su camino por aquella campaña tan ancha y tan rasa: y porque el polvo de nuestra vanguardia era muy grande, y el aire le traía a darnos en los ojos". 

Campaña ancha y rasa, el polvo levantado por la caballería. O el recuerdo de un viejo soldado de Carlos V que se adelantó cuatro siglos a la épica de John Ford

lunes, 10 de septiembre de 2012

SOBRE GERARD MANLEY HOPKINS Y LAS TAREAS DEL CAMPO

Gerard Manley Hopkins (1844-1889) escribió un poema cuya lectura es especialmente apropiada para esta época del año. Me refiero a Hurras por la cosecha cuyo inicio es "Summer ends now; now barbarous in beauty". Cita el poeta las gavillas que bien pudo ver en las cercanías de Oxford y esto me recuerda una faena agrícola ya olvidada y desconocida en este mundo alejado del campo. Barcinar es cargar las gavillas, colocarlas en el carro y enviarlas a la era. Una barcina es una red de esparto para recoger la paja y transportarla. José Antonio Muñoz Rojas, conocedor de estos trabajos y, además, primer traductor de los poemas de Hopkins al español, hacia 1936, nos dice en Las cosas del campo que el tiempo adecuado para barcinar es al alba. Son términos viejos. Leo en unos papeles también viejos que en Jaén, en 1627, se pagaban 18 ducados al año "un pensador con calidad de arar y barcinar el Agosto" más "dos fanegas de pegujar costeado". Este pensador, citado en el documento, no era hombre dado a filosofías y profundas meditaciones, por otra parte no incompatibles con los grandes silencios del campo, sino que se refiere a un mozo encargado de dar pienso a las reses, entre otras labores. El velador se ocupaba de los animales de labor durante la noche. El pegujar, o pegujal, era una pequeña parcela cedida a un campesino para que la cultivase para provecho propio a modo de salario indirecto. Los pegujaleros eran muy numerosos entre el campesinado español del siglo XVIII y quitaban el sueño a ilustrados y regeneracionistas.

He consultado la traducción de los poemas de G. M. Hopkins realizada por José Julio Cabanillas y editada por Renacimiento (Sevilla, 2001)

jueves, 6 de septiembre de 2012

CAOS EN EL RUEDO

Indignado estaba Sánchez de Neira cuando en 1892 denunciaba "la maldita costumbre" que, desde tiempo inmemorial, tenía parte del público de Madrid. Consistía tan deplorable hábito en invadir el ruedo cuando el espada estaba matando el último toro del festejo. Esta gente, ansiosa por lanzarse a albero y adueñarse del redondel, era considerada por Sánchez de Neira, que no se andaba por las ramas en sus calificaciones, como gentuza, chusma, salvajes, bigardos y bandidos. Los guardias, obligados y no muy convencidos, perseguían infructuosamente a los infractores que, al parecer, contaban con mejor forma física y dejaban, a la fuerza pública, en muy desairada situación.  El casco, el sable, los correajes y el natural miedo al toro, que podía arrancarse hacia ellos, hacían muy trabajosa la operación. Cabe pensar que el lance sería animado por las burlas, carcajadas y lanzamiento de naranjas por el sector del público con más manga ancha en todo lo referido a virtudes cívicas.

Ganas no le faltaban a Sánchez de Neira, espantado por estas encanalladas escenas,  para proponer una solución muy severa. Decía: "Pudiera autorizarse a media docena de monos sabios que, a caballo y con buenas varas en la mano, emprendieran a garrotazo limpio, la persecución de los gandules inobedientes a lo mandado" aunque consideraba, pensándolo mejor, que tal recurso sería "indigno de un pueblo civilizado" y de una dudosa eficacia. Más razonable, continuaba, sería que se dejase acceder al ruedo a los infractores para, acto seguido, retirarse las cuadrillas, proceder al arrastre del toro o devolverlo al corral con los cabestros, para después detener a toda la truhanería que atada, "codo con codo", iría a parar a la cárcel entre veinte o treinta bayonetas. Y de aquí al juzgado para que se les impusiesen unas fuertes multas como reos de desacato o de incumplimiento del reglamento.

 Puede consultarse el artículo de Sánchez de Neira, titulado "Contra el abuso",  en La Lidia del 20 de mayo de 1892.

jueves, 30 de agosto de 2012

GALGOS Y CARNEROS DEL DUQUE DE OSUNA

Lo cuenta Antonio Marichalar, marqués de Montesa, en su Riesgo y ventura del duque de Osuna (1930)En octubre de 1856 el zar Alejandro envió dos cartas a Isabel II por las que le daba cuenta de su acceso al trono. Se designó al duque de Osuna para que llevase la respuesta de la Reina a Rusia. Esta expedición fue legendaria por la ostentación demostrada por el aristócrata en regalos y gratificaciones. Su generosidad, principesca, alcanzó cotas fabulosas y extravagantes. En su camino al Imperio Ruso, acompañado por don Juan Valera, presentó el Duque sus respetos al Rey de Prusia que manifestó un marcado interés, entre otras cuestiones, por los carneros merinos de España. No eran ya los tiempos gloriosos de la Mesta pero la fama de los vellones ibéricos no se había olvidado. Se dice que el Duque, considerando insuficiente cualquier descripción verbal, mandó que se enviasen desde España unos pastores, un rebaño de reses merinas y sus correspondientes mastines. Aficionado a estos gestos, ya en Rusia, hizo traer también desde España, para el Zar y también en trenes especiales, un cazador de osos asturiano, una recova de podencos y una traílla de galgos.

jueves, 9 de agosto de 2012

A BUSCAR LA UMBRÍA

Conveniente es parar la tarea. Son días para buscar la umbría, para guarecerse bajo la sombra de un chaparro, requerir la penumbra de un zaguán y añorar el retiro sosegado. Y en las noches estivales buscar en el cielo a Vega, al Delfín y a Antares. Como si fuésemos antiguos de verdad. Jornadas vendrán, si está de Dios, para seguir con nuestras notas sobre arrieros, curas barrocos, cazadores, soldados viejos, toreros, almas en pena, pastores y caballeros. También ellos, si podían, dejaban cada cosa para su tiempo.  Además creo que son historias más propias del otoño y del  invierno. Aunque, eso sí, no esperaremos tanto para escribir y reanudar la tertulia. Días vendrán, también, para aprender, como es notorio, con los valiosos y eruditos comentarios de tan claros y generosos lectores.


jueves, 2 de agosto de 2012

TOROS DEL JARAMA Y DE ZAMORA EN EL SIGLO XVII

Dice Tapia y Salcedo: "De los animales más fuertes que ay es el Toro de España: particularmente de Xarama, y Zamora". Destacaba su acometividad y bravura pues "embiste con la mayor resolución, y tiene excesiva fuerça; de fuerte que se ha visto romper una fuente, saltar un tablado, y con las hastas levantar del suelo una capa, y con los dientes un hombre". Por esto, unido a su resistencia ante las heridas, "se conoce el corage, y valentía suya".  Añadía: "Salesse a ellos al campo con vara larga, y ha avido vaqueros diestrissimos en este exercicio, y que han hecho muchas particularidades". También "se saca en los encierros de la plaça con adereços de campo, espuelas vaqueras, y espada ancha; es muy vistosa arma, aunque penosa, y que requiere pulso". Otro dato más al respecto: en los festejos celebrados por la beatificación de Teresa de Jesús, en Valladolid, se jugaron toros "que fueron del celebrado Jarama, cuya prodigiosa hierba causa aquella natural fiereza que los hace famosos y señalados por todo el orbe".


Gregorio de Tapia y Salcedo, Exercicios de la Gineta al príncipe D. Baltasar Carlos, Madrid 1643. La mención a las fiestas dedicadas a Teresa de Jesús la recoge Fernández Salcedo en La vida privada del toro (1955) que, a su vez, cita al marqués de San Juan de Piedras Albas y a Alberto Vera.

viernes, 27 de julio de 2012

LAS RATAS DE JULIO

Los veranos de siglos pasados estaban unidos a los más hediondos vapores procedentes de charcos, aguas corrompidas y macabras emanaciones de camposanto. Leo en unas anotaciones viejas que, en julio de 1702, se informó al gobierno municipal de Jaén del siguiente asunto: "en las carnicerías del señor San Francisco entraban asimismo las asaduras de dichas reses de que, por ser cosa tan delicada, se originaban mui malos olores por corromperse de que las carnes tomaban aquel mal olor". Al año siguiente se informaba además que en las mismas carnicerías solían quedarse muchos caballeros sin ración de dichos despojos al ser éstos "arrastrados y comidos [por] ratas". Muy difícil de sufrir debía de ser esto para que individuos tan endurecidos, jiferos y chulos del rastro, se espantasen. Las ratas, imagino, serían como liebres medianas, bien alimentadas,  pardas, conocedoras de su terreno y capaces de amagar una tarascada al verse en apuros. Los mondongos, disputados con estacazos y juramentos a los roedores, se entregaban los sábados, por especial y valorado privilegio, a los caballeros veinticuatro que regían la ciudad. Ellos, como es natural, no los recogían en persona, pues no iba a ir por las calles un hábito de Santiago con una talega de riñones y criadillas, sino que los recibían criados o muchachos mandados para tal fin. Hay noticia, además, de la costumbre de donar estos despojos a los pobres de la Cárcel Real que pasaban unos aprietos de primera para subsistir cada día. Conviene recordar que, para la gente corriente, el consumo de proteínas de origen animal se limitaba a guisos confeccionados a base de tripas, grosuras, gallinejas y callos que se compraban, en las ciudades, en puestos ambulantes y bodegones. Esto de comer en la calle era muy del gusto de los españoles.

domingo, 22 de julio de 2012

UN CONSEJO DE CÁNOVAS PARA TIEMPOS DE PENURIA


Hace unos meses recordábamos un consejo de Ortega para afrontar la crisis. Ahora aportamos otro, éste de Cánovas, recogido en El solitario y su tiempo. Aunque, en su realismo y sentido común, entreverado de moderado pesimismo, carezca de la aristocrática elegancia y, hay que reconocerlo, del matiz snob que, en cambio, tenía el del filósofo, ambas afirmaciones no son necesariamente incompatibles. He aquí la exhortación de Cánovas a nuestros bisabuelos y tatarabuelos y que no convendría olvidar en estos tiempos de penuria: "trabajad, inventad, economizad, ahorrad sin tregua; no contraigáis más deudas, no pretendáis tanto adquirir como conservar, no os fiéis sino de vosotros mismos, dejando de tener fe en la fortuna". No está nada mal y, aunque parezca atrevida la comparación, recuerda al Mary Gloster de Kipling. Además recoge buena parte de la visión del mundo y de las virtudes de la injustamente denostada clase media del XIX.

miércoles, 18 de julio de 2012

UNA VACA REDOMADA

DON JUAN DE TORRES Y MORENO ERA CURA EN VILCHES, en Sierra Morena, Reino de Jaén. Murió en julio de 1741 y entre los bienes que dejó en su testamento se incluía "una vaca redomada que abía comprado a Martín de Torre". Debió de ser una res de calidad para ser recordada ante el escribano que daba fe de su última voluntad. Intuyo que era un cura aficionado a las cosas del campo. Era Vilches una villa de buenos pastos y encinares.  Me consta además que tenía don Juan media docena de sillas de vaqueta "para el adorno y uso de su sala de habitación". Bien podía regentar tertulia con otra media docena de asistentes asiduos que podían ser el escribano, un labrador rico, el hidalgo, el médico y un regidor. Y así pasar las tardes. Dejó además unas mandas para la "para aiudar a hazer un retablo para la Santa Cruz que se benera en esta parroquial [...] y la otra mitad para aiuda a costear un órgano que se está haciendo en dicha iglesia".

martes, 10 de julio de 2012

DEL MELÓN Y SUS PELIGROS


En el refranero se recoge el siguiente consejo: "El melón en ayunas es oro, al mediodía plata y por la noche mata". El melón podía, además, ser fuente de serios riesgos y no por razones digestivas. Algo de esto sabía Juan de Montilla, vecino de Jaén, aporreado a principios de septiembre de 1768 "en el sitio de la Fuente de la Zarza, donde estaba guardando un melonar suio propio, por impedir a dos hombres que en él estaban cogiendo melones". No debió de ser el lance de capa y espada sino de garrote y árnica. Tampoco imaginamos a Scaramouche defendiendo melonares.

miércoles, 4 de julio de 2012

PASTORES SORIANOS

González Ripoll los describe en Los hornilleros. Serios, solemnes, señores de la trashumancia. "Hombres que miraban por derecho, altos y magros, bien pertrechados de ropa buena y de calzado, más bien serios y poco habladores, honrados a carta cabal". Recuerda el autor a un rabadán con muchos años que, a pesar de ser ciego, conducía las ovejas a las Andalucías, caballero en su jaca con montura de espaldar alto, forrada de zaleas, vestido con una entallada pelliza de astracán corta por delante.

jueves, 28 de junio de 2012

CAMPANILLAS DE BUFETE



Hablemos de las campanillas de bufete. Descansaban junto a los memoriales que demostraban remedios universales para los males de la Monarquía. O al lado de un tratado sobre diezmos y primicias en un olvidado abadengo. Daban también una nota alegre a la monotonía de los pleitos y contrastaban en su estridencia con la grave compostura de los hidalgos, fundadores de patronatos, capellanías y mayorazgos. Eran lo único alegre en la celda de los ascetas, con los santos y los demonios tras los cuarterones de la puerta, y en los despachos de los escribanos donde la astucia acechaba por los rincones. Su modesto repique era recurso obligado para llamar al criado, amodorrado y enredador, que no con descompuestas y villanas voces. Con elegancia las agitaban los largos dedos, como de muerto, de los que vivieron en aquellos tiempos. En las anochecidas de invierno las campanillas despedían reflejos de fuego fatuo a la luz de los velones. Los latoneros las vendían en 1627: "Cada campanilla de media naranja torneada con su cabillo, para encima de los bufetes, la mayor seys reales. La mediana cinco, la más pequeña cuatro reales". 

lunes, 25 de junio de 2012

CON UN BASTÓN DE JUNCO

ALFRED DE VIGNY


El conde de Cheste  recorría las calles de Barcelona en los convulsos días de la primavera de 1867. Derecho iba el Conde, Capitán General, vistiendo levita, cubierto con sombrero de copa alta y un bastón de junco en la mano. Afrontaba peligros ciertos y no perdía jamás la compostura. Nos imaginamos a Cheste, indolente con el junco en la mano. Sólo la dureza del gesto revelaría más al guerrero que al dandy. En Servidumbre y grandeza militar de Alfred de Vigny aparece un viejo oficial de las guerras napoleónicas, el capitán Renaud, apodado Bastón de Junco. Ese bastón, del que jamás se separaba, y en el que apoyaba su marcial cojera, había pertenecido a un jovencísimo oficial cuya muerte supuso para el capitán un calvario de escrúpulos de honor y de remordimiento. Con ese bastón como única defensa, el capitán encabezaba los ataques de los tiradores sin esgrimir la espada, hasta el último momento, cuando ya era necesario batirse cuerpo a cuerpo.

El dato sobre Cheste en la obra del marqués de Rozalejo, Cheste o todo un siglo, Madrid 1935.

miércoles, 20 de junio de 2012

CONJUROS CONTRA LA LANGOSTA


En 1620 hubo una gran plaga de langosta en Jaén. Decidió el Concejo llamar a un clérigo de Mula para que la conjurase. Era el licenciado Ascanio Talento considerado "un sacerdote de gran opinión, de letras y experimentado que con exorcismos ahuyenta la langosta". Mandaron a buscarlo y lo trajeron a Jaén. Si remoloneó o fue diligente para el viaje es algo que no consta en los archivos. Se presentó, al fin, Talento al Cabildo municipal para que los regidores pudieran preguntarle sobre sus métodos ya que no era conveniente hacer las cosas a la ligera. Era, culto lector, el XVII español. Las rentas concejiles a dos velas y la Dama de la Vela Verde, es decir, el Santo Oficio que hilaba muy fino en estos asuntos, si perder detalle. A ver si iban a acabar todos, así por las buenas, penitenciados y con un capirote en la cabeza. Al fin, tranquilizó el Licenciado a los caballeros veinticuatro pues afirmó que sólo recurría a oraciones, misas votivas y rogativas antes de salir al campo a conjurar la plaga, que no tuviesen cuidado pues nada había de ceremoniales raros ni extravagancias en su ministerio. Aseguraba, además, "que en los lugares do ha sido llamado mediante los dichos exorcismos retrocede de los frutos de la tierra continiendose en las dehesas y baldíos sin hacer daños y así confía en Nuestro Señor sucederá en esta tierra". Algún escéptico preguntó si langosta se moría o no, a lo que Talento dijo sin comprometerse nada: "esto, como todo, está en la voluntad de Dios cuando es servido consumirla". Ante esta respuesta, la verdad sea dicha, había que callarse. El licenciado Talento no ejercía gratis sus artes conjuratorias pues cobró sus honorarios. El mayordomo de propios que librar doscientas doblas de oro que fueron como doscientas puñaladas para la hacienda local.

Juan Antonio López Cordero y Ángel Aponte Marín: Un terror sobre Jaén. Las plagas de langosta. XVI-XX, Jaén 1993

miércoles, 13 de junio de 2012

EL GUARDAVÍAS


Ruinas del apeadero de San Julián cerca de Despeñaperros (Vilches, Jaén) 


El ferrocarril o la aparición de nuevos oficios. Uno de éstos era el de guardavías. Dickens escribió un relato de fantasmas titulado así, El guardavías. Precisamente una reciente entrada del excelente y muy erudito blog Obiter Dicta se centra en el accidente ferroviario sufrido por el autor inglés y que, probablemente, dio lugar a la inquietante desolación del citado cuento. El guardavías de este relato tenía su caseta en un lugar lóbrego, batido por el aire helado, donde siempre olía a tierra, muy adecuado para las apariciones de un espectro atormentado y agorero. Es muy recomendable lectura, más propia de noviembre o diciembre que de estos días de junio. Quizás para que no se dejasen impresionar por noches oscuras como boca de lobo o almas en pena, el oficio de guardavías era muy adecuado para tipos bragados y fogueados, como los soldados licenciados, según recomendaba don Mariano Matallana, experto en la materia del siglo XIX. Según Matallana el guardavías debía ser ágil, decidido y diligente. Su equipo debía constar de carabina y bayoneta, canana con pistones, petardos para señales, banderín encarnado con su funda, martillo, llave de dos bocas, aceitera, mechas variadas, tijeras, farol con cristales blanco y rojo, espuerta, pala, reglamento y partes, cartera y tintero. Para los avisos tenía que soplar con energía, pulmones y resistentes carrillos una trompa que, junto a todo lo enumerado, llevaría colgada de un cordón. Si no se utilizaba la trompa había que optar por el uso de la bocina. No tenían que acarrear toda esta impedimenta en sus rondas pues, de ser así más parecerían sherpas que modestos operarios del ferrocarril. Sí eran imprescindibles, en cualquier circunstancia, el martillo, la trompa, la carabina, los petardos, el banderín y el recado de escribir. Los petardos se colocaban en los rieles para avisar a los maquinistas de algún peligro o incidencia de consideración. El uniforme del guardavías podía ser de invierno o de verano. Sólo un detalle al respecto: en invierno llevaban gorra de gutapercha o cuero y en verano hongo de fieltro gris. El hongo combinado con todo el utillaje, la carabina y la bayoneta calada aportaría a estos operarios un curioso aspecto. Se les debía facilitar una vivienda en la que no podían despachar bebidas para evitar que montasen cantinas y timbas. Tampoco se les permitía criar reses aunque si cultivar una huerta y tener aves de corral.

Mariano Matallana, Cartilla de los guardavías en los ferro-carriles, Barcelona 1866

sábado, 9 de junio de 2012

EL CAPITÁN MANUEL ORDÓÑEZ MARCHA BAJO LAS ÁGUILAS DE NAPOLEÓN



MANUEL ORDÓÑEZ NACIÓ EN CÓRDOBA EN 1776. Fue un hombre arrastrado o seducido por los grandes azares de la Historia. Aventurero por voluntad o por las circunstancias, inició su carrera militar en el Regimiento de Infantería de Zamora en 1793. Al año siguiente era ya subteniente. Participó en las campañas de 1794 y 1795. En 1798 combatió contra los ingleses cuando éstos atacaron El Ferrol. En 1801 estuvo en la campaña de Portugal. Fue uno de los españoles que acompañó al marqués de la Romana a Dinamarca y estuvo en el asedio de Straldsun. Cuando se produjo la sublevación de Roskilde, al tener noticia las tropas del Marqués  que España se había levantado contra Bonaparte, fue hecho prisionero y conducido a Francia. Allí se alistó en el Regimiento José Napoleón en 1809 y tomó parte en las que Alfred de Vigny llamaba grandes guerras del Imperio. En 1812, ya capitán, fue enviado a Rusia y herido en Mojaïsk. Tras el desastre de esta invasión volvió a entrar en acción en las campañas de 1813 y 1814. Al ser derrotado Napoleón quedó en una complicada situación, dada su condición de extranjero en Francia. Tampoco era posible volver a España sin afrontar graves acusaciones. Ante estas perspectivas solicitó y obtuvo la nacionalidad francesa en febrero de 1815. Después fue nombrado Jefe del Batallón Colonial Extranjero. Sirvió a la Monarquía legítima francesa y en 1819 fue nombrado Caballero de la Orden de San Luis.


Los datos están tomados del estudio del comandante Paul Boppe, Los españoles en el ejército napoleónico, hay edición española, Málaga 1995, traducida por Alejandro Salafranca Vázquez.

martes, 5 de junio de 2012

TAUROMAQUIA E IMPUESTOS EN EL SIGLO XVII

UN ESPAÑOL EN LOS REINOS DE CASTILLA pagaba los servicios ordinario y extraordinario, alcabalas, el chapín de la Reina, los impuestos de millones, arbitrios municipales, sisas, diezmos, primicias, tercias, la bula de la Santa Cruzada, portazgos, censos y moneda forera. Y no está completa la lista. Los arrendadores de impuestos y ejecutores se abalanzaban sobre los pueblos como aquella langosta que señoreó los campos en 1620 o en 1672. Ni los toros se libraban de la voracidad de la Real Hacienda. En 1661 el Cabildo municipal de Jaén, ciudad arruinada, quebrada y quebrantada en aquellos años, escribió una carta a sus procuradores de Cortes. Pedía que no se cargasen con sisas los toros de lidia al ser ésta una "fiesta en que la república está tan interesada" y por constituir tal carga el medio para la segura desaparición de la tauromaquia para "gran desconsuelo de los vecinos". Es notorio que la afición debía de ser muy grande para que los regidores de Jaén, algunos de ellos probados caballeros en plaza, se dirigieran nada menos que a las Cortes. Preferible era que las sisas gravasen otros ramos. Sin épica las penalidades eran mucho más difíciles de sufrir.

viernes, 1 de junio de 2012

MÁS SOBRE AFEITES


LOPE DE RUEDA EN SU entremés Medora lanza una crítica muy acerba hacia el uso de maquillajes y afeites. Menciona a una mujer que: "nunca entiende sino enxabelgarse aquel rostro, enrojarse aquellos cabellos, polirse aquellas manos, que no parece muchas veces sino disfraz de carnestolendas". Indignación inútil, queja de tipos sombríos, además de batalla perdida ,como la Historia ha demostrado. Y mejor así. Era hábito, el de mejorar la propia apariencia, que venía de tiempos remotos. Caras no expuestas a la luz solar y manos cuidadas eran signos de señorío. Aparece, además, en la obra de dicho autor un personaje que, con cierto espíritu empresarial, pide favores "para poner una tienda de azeite, carbón y solimán". Modesto negocio de curiosas mercancías.

miércoles, 30 de mayo de 2012

ÍBAMOS A REÍRNOS DE ÉL

 Eugenio d´Ors escribió sobre Riego en 1918 cuando la Restauración iba hacia el derrumbadero:

"Íbamos a reírnos de él.
Pero ahora nos ha desarmado, mirándonos como en un reproche tristísimo, desde el corazón del Ochocientos; mirándonos con unos ojos asturianos y encendidos en medio del rostro amarillo, consumido por la fiebre y con una barba de ocho días".

 Reírse de la ingenuidad liberal de Riego o la inminencia del espanto en el siglo XX.

lunes, 28 de mayo de 2012

LAS HAMBRES DE 1868


Malos tiempos: "Estábamos a fines del Otoño del año de la gloriosa, o sea de 1868. La cosecha de cereales había sido escasísima, casi nula. Las clases proletarias, los trabajadores del campo andaban a la cuarta pregunta, y en el no distante pueblo de Mancha Real, empezaba a dibujarse el hambre, entre las gentes desvalidas. A diario salían muchos infelices al campo, esperando encontrar en él algo que sirviera para aplacar, ya que no para satisfacer su grande necesidad. Solían no hallar ni un mal espárrago en la tierra seca y estéril. Los pobres, perdida aquélla su única esperanza, mendigaban un pedazo de pan de cortijo en cortijo".

Así lo recordaba Sebastián, veterano del Arma de Artillería y guarda del cortijo de Peñaflor en la tierra de Jaén, y así lo contó a don Manuel Moreno Castelló. Los años de 1867 y 1868 fueron de sequía. Entre el otoño de 1867 y la primavera del siguiente año hubo rogativas, en ciudades y pueblos, para que Dios tuviese a bien enviar las necesarias lluvias. Las penalidades que pasaban los pobres fuero terribles, por ahí, desamparados por los campos, sin socorro ni esperanza. Durante mucho tiempo 1868 pesó más en el recuerdo por las hambres que por el destierro de la Reina.


El testimonio del veterano en: José Moreno Castelló, Mi cuarto a espadas, sobre asuntos de caza. Apuntes, recuerdos y narraciones de un aficionado. Jaén 1898.



miércoles, 23 de mayo de 2012

BARRENDEROS DE CÁMARA, GALOPINES Y OTRA GENTE DE ESCALERA ABAJO



En 1785 casó la Infanta Doña Carlota, nieta de Carlos III, con el Infante Don Juan de Portugal. Para la celebración del matrimonio, Doña Carlota tuvo que viajar a dicho Reino escoltada por una nutrida comitiva al mando del duque de Almodóvar. Entre los muchos acompañantes, y centrándonos en los de más modesta condición, había varios chulos, palabra que, como es sabido, tiene diversas acepciones. Así en la Cocina de Boca, según consta en la crónica del viaje,  servían Juan Martínez Ventero, "chulo que va haciendo de portador", Agustín Feito "idem en todo", Antonio Rodríguez, chulo y despensero y Juan Cancio, chulo, sin más, así, a palo seco. Sospecho que Ventero, Feito y Cancio debían de ser tipos muy despiertos y que estarían bien contentos de participar en esta jornada, distribuida en etapas no demasiado fatigosas pues, si bien se ponían en marcha temprano, cubrían su carrera a mediodía pues la Infanta debía descansar y no llegar quebrantada a Portugal. En los pueblos era recibida la expedición con agasajos y albricias. Además de los chulos mencionados, había una extensa nómina de mozos y un galopín. Es digna de mencionarse, entre estos oficios, la presencia de un "barrendero de cámara" asignado a la Furriera y que se llamaba José Fernández. Sus competencias estaban, al parecer, bien delimitadas. Ser barrendero de cámara no era cualquier cosa que, empuñada con majestad de alabardero, no resultaba la retama menos gallarda que el laurel. Y ya que hablamos de barrer conviene recordar que en los navíos los galopines eran pajes de escoba aunque, en el séquito y acompañamiento de la Infanta, el galopín en cuestión era un criado de humildísimos quehaceres. Los pajes de escoba de naturaleza más valerosa, los de la Armada, soñarían con almirantazgos. Es para considerar que tales personajes aparezcan citados, con letras de molde, en la relación del viaje de Doña Carlota. La Monarquía era siempre dispensadora de honores.

Los nombres de estos personajes en: Memorias históricas de los desposorios, entregas y respectivas funciones de las reales bodas de las Serenísimas Infantas de España y de Portugal la Señora Doña Carlota Joachina y la Señora Doña Mariana Victoria en el año 1785: escritas en el año siguiente de 1786 por don Bernardino Herrera (Madrid, 1787)

sábado, 19 de mayo de 2012

SOBRE RETABLO DE LA VIDA ANTIGUA Y EN ALEMÁN


PAIDEIA donde el conocimiento es vocación y verdad desvelada. Con todo mi agradecimiento por su generoso escrito.

PAIDEIA wo das Wissen Berufung  und enthuellte Wahrheit bedeutet. Mein herrrlicher Dank  fuer Ihr edelmuetiges Schreiben

Danke schoen.

jueves, 17 de mayo de 2012

MORATÍN Y LA HIDALGUÍA


El número de hidalgos disminuyó en España durante el siglo XVIII no tanto por la extinción de los linajes como por el desinterés de no pocos por mantener su rango. También debió de ser notoria la escasa predisposición de muchos a iniciar costosos pleitos cuando se les negaba o ponía en entredicho su condición nobiliaria. Las razones prácticas para sostener un estatus noble desaparecían con la abolición de los servicios ordinario y extraordinario en 1797, sólo pagados por los pecheros, y la caída en desuso de la tortura judicial reservada a los miembros del estado general, abolida en la práctica antes de su supresión definitiva por iniciativa de los liberales. La idea de la utilidad pública, la creciente consideración de la acción del ciudadano honrado y las virtudes derivadas de la reputación individual, del ahorro y de la laboriosidad sustituyeron a los criterios que determinaban el rango de la persona según la condición noble o llana de sus ancestros. Poco que ver con las actitudes y las mentalidades vigentes en el siglo XVII.

Leandro Fernández de Moratín en su correspondencia aporta un ejemplo al respecto. En mayo de 1816 escribió a doña María Fernández de Moratín: "en el último rebusco de papeles que he hecho, ha salido esa copia de la información de hidalguía de nuestra familia Moratinesca; y más he querido que la tengas tú, que rasgarla con los demás papeles inútiles". A esto añade, no sin ironía: "Por ella verás la alta y generosa estirpe de que desciendes; y remitiéndote a los documentos legalizados [...] podrás asegurar que eres hija de algo: cualidad apreciabilísima, que juntándola con mucho dinero, buena salud, pocos cuidados, larga y alegre vida, puede servirte muy de provecho".  En conclusión, consideraba que la hidalguía, sin más, poco significaba si no iba acompañada por la fortuna y otros atributos. Además le recomendaba leer a solas "el papelón", aprender los apellidos de abuelos y abuelas "para lucirlo cuando llegue el caso, y apestar con tu genealogía y tus entronques a cuantos tengan paciencia de oirlo". No deja de ser, sin embargo, llamativo el hecho de que no destruyese "el papelón" y dudo que no tuviese en alta consideración sus orígenes hidalgos. A nadie le desagradaba ser considerado de familia linajuda y, hasta después de las grandes convulsiones del siglo XX, la aristocracia tendrá una función de primer orden en Europa. Moratín era, sin embargo, consciente de que todo había cambiado pues había visto y vivido mucho.

domingo, 13 de mayo de 2012

SOBRE ZAPATOS DEL SIGLO XVII


EN UNA RELACIÓN DE PRECIOS de 1681 del Concejo de Quesada, en Jaén, se establecía que cada par de zapatos de hombre de tres suelas y "hasta onçe puntos" costaría nueve reales y los de a dos suelas hasta siete reales. Debían de ser los llamados zapatos frailescos utilizados por la gente corriente, también conocidos como toribios, quizás por estar confeccionados con piel de vacuno engrasada, como sugiere Miguel Herrero, también denominados"zapatos de quebranta terrón".  Era, junto a las abarcas, de factura antiquísima, el calzado de los labradores y villanos, en el mejor sentido, que aparecen en las comedias de Lope de Vega. Su producción quedaba a cargo de modestos zapateros de obra gruesa. También en Quesada se vendían zapatos de mujer "de tacon y palillo" a ocho reales y "los de muchachos de çinco puntos de tres suelas" a seis reales.  El punto era la medida utilizada para las correspondientes tallas. Si los zapatos llevaban plantas de becerro o de cordobán aumentaban su precio en un real por par y nada si eran las plantas eran de badana. Se cosían con hilo de cáñamo, encerado en los más caros, y se consideraba de cierta tosquedad técnica el uso de clavos.

Los datos de Quesada en: Javier Soriano Muñoz, Quesada durante el reinado de Carlos II, Jaén 2003.

martes, 8 de mayo de 2012

CUESTIONES DE CAZA MENOR


DON GREGORIO DE TAPIA Y SALCEDO no quitaba importancia a la caza de la liebre pues "su ligereza y astucia es tanta, que empeña el corage a los cavalleros y cavallos, y perros en su seguimiento". Tal ejercicio cinegético tenía sus riesgos "particularmente cuando es por viñas" por las posibles caídas. Es caza, dice don Gregorio, que se hace con galgos, considerados "animales ligeríssimos sobre los demás deste genero" además "divierte infinito, y hace al cavallero muy firme en la silla, y atrevido".  No desdeñaba la realeza la caza menor pues Doña Margarita de Austria, reina de España, era muy aficionada a salir al campo con ballesta y "tiraba con ella a pie a los conejos". Pocas veces fueron cazados con tanta gentileza y solemnidad. Para abatirlos nuestro tratadista recomendaba usar "virotes de cabeça redonda" de sauce, con plumas hasta la mitad y dos tercias de largo.