viernes, 28 de diciembre de 2012

EL TIEMPO EN LA NAVIDAD DE 1800

"En la provincia de Madrid hace un tiempo frío y vario; en la de Toledo vario con lluvia y frío; en la de Jaén ha llovido y nevado; en la de Granada ha llovido también y nevado con abundancia, y se experimentan fríos extraordinarios; y ultimamente en la de Valencia reynan vientos fuertes y fríos".

Correo Mercantil de España y sus Indias, jueves 25 de diciembre de 1800 

domingo, 23 de diciembre de 2012

VILLANCICOS PARA LA NAVIDAD DE 1750

El año de Nuestro Señor de 1750 fue terrible por las sequías y miserias padecidas. Faltaba pan en las tahonas y los labradores apenas tuvieron trigo para la siembra. En los maitines para celebrar la Navidad se cantaron, en la Catedral de Jaén, unos villancicos centrados, sin olvidar lo sagrado, en las penurias que se sufrían. Su autor fue don Juan Manuel de la Puente, racionero y maestro de capilla, de dicha Santa Iglesia. Los seises de dicha Santa Iglesia Catedral interpretaron un estribillo que decía lo siguiente:

Pan, pan pan.
     Yo quiero comer.
      Yo quiero mascar.
      Yo quiero engullir.
    Yo quiero tragar.
Pan, pan, pan.
         Mi hambre es feroz.
        Mi hambre es fatal.
  La mía es cruel.
   La mía es voraz.
Pan, pan, pan.
        Yo diez quarterones
          me atrevo a encajar.
    Yo cinco molletes
        me podré embocar.
    Yo seis panecillos
        de a libra y no más.
          Pues yo tres hogazas
y sin desonzar.
Pan, pan pan.
   Yo quiero comer.
     Yo quiero mascar.
     Yo quiero engullir.
   Yo quiero tragar.
             Pobrecitos, pobrecitos;
             qué dolor! vengan acá:
              que para tanto zoquete,
                  zoquetes no han de faltar.
         A mí, a mí. Toma tú.
          A mí, a mí. Avrá tal?
          A mí, a mí. Dexenmé.
          A mí, a mí. Callen ya.
                 No me irriten la paciencia,
        que para todos avrá;
                     pues no es Licenciado Cabra
                (ni Oveja) quien se lo da".

Los seises -Hidalgo, Oreja, Bermúdez, Moreno, Andrés, Galán, Pulgar, Durán, Gómez, Carazo y Simonillo- soñaban con molletes, panecillos y  hogazas. Hay cierto alarde, de tradición picaresca, del desconsuelo de sus hambres. Además la desenvoltura y el desenfado expresados en estos cantos tienen poco que ver con el tópico de la España negra y triste. La alegría de los españoles en la celebración de la Navidad viene de muy antiguo. Asistirían a los maitines buena parte del clero local y los familiares del Santo Oficio. También los componentes del gobierno municipal, encargados de garantizar los abastos y administrar el Pósito, que tendrían que encajar, resignadamente, ciertas alusiones.

La edición que he consultado: Letras de los villancicos, que se han de cantar en esta Santa Iglesia Cathedral de Jaen, en los Solemnes Maytines del Nacimiento de nuestro Redemptor Jesu Christo: en este año de 1750. Compuestas  (assi poesia como musica) por Don Juan Manuel de la Puente, Racionero, y Maestro de Capilla de dicha Santa Iglesia. En Jaen por Lucas Fernandez.

Felices Pascuas para todos los lectores de  Retablo de la Vida Antigua.


martes, 18 de diciembre de 2012

DON JERÓNIMO DE BARRIONUEVO

La biografía de don Jerónimo de Barrionuevo nos parece, con razón, extraordinaria. Vidas como la suya, sin embargo, no eran muy infrecuentes entre los hombres de su tiempo. Muchas veces he encontrado, en mis estudios sobre el siglo XVII, personajes que llevaban -ya en la madurez- existencias discretas, oscuras incluso, y que contaban con un pasado épico, vivencias terribles y recuerdos de riesgos y venturas. De los lances de capa y espada pasaban, llegado el momento, a la vida rutinaria y sosegada sin mayores novedades.  Tras el batir del tambor tocaba el rumor del cabildo catedralicio, la regiduría de aldea o el administrar una pasable rentilla. España fue una gran potencia por saber criar a personajes de este tipo. Cuando empezaron a faltar vino a perderse todo.

En Ambos Mundos escribo sobre don Jerónimo de Barrionuevo, tesorero de la Iglesia de Sigüenza, soldado viejo y hombre siempre bien informado.

sábado, 15 de diciembre de 2012

LA HONDA Y LOS LOBOS

Los días cortos del invierno son buenos para hablar de lobos. En Los hornilleros, de González- Ripoll, se describe la aventura de dos pastores de antes de la guerra. Pasaron una noche cercados por una manada en algún lugar de la Sierra de Segura. Eran los lobos "sombras escurridizas, como terneros con la cuca". Uno de los pastores, atento y firme -como héroe de la Antigüedad- mantenía a raya a las fieras con la honda. A cantazos. Saltaban chispas, visibles en la noche cerrada, al impactar las piedras contra las rocas del monte.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

ZAPATOS BLANCOS



Los llamados zapatos blancos, gran lujo de los elegantes del siglo XVII, estaban confeccionados con cuero de ciervo o de gamo y no con piel de caballo o asno. Estaban cosidos a correa y eran propios de soldados y gente de milicia. Como las plumas en los sombreros. En las Constituciones Sinodales del Obispado de Jaén de 1624, ordenadas por el obispo don Baltasar de Moscoso y Sandoval, se advertía, en relación a los penitentes que participaban en las procesiones, que "ninguno que tenga el rostro cubierto pueda llevar espada, ni daga, ni zapatos blancos" bajo multa de un ducado. Recordemos, además, que al Conde Duque le calzaron botas blancas cuando lo amortajaron.


viernes, 7 de diciembre de 2012

LA INMACULADA CONCEPCIÓN Y LOS DOMINICOS

La Orden de Predicadores tuvo un crecimiento modesto en la época de los Austrias. Una causa de este hecho, según Antonio Domínguez Ortiz, pudo ser su actitud crítica respecto a la creencia en la Inmaculada Concepción de María. Las disputas, relativas a esta cuestión, fueron muy intensas en la España del XVII y no sólo en ámbitos eclesiásticos. Los dominicos llevaron las de perder. En Sevilla, indica Domínguez Ortiz, bandadas de muchachos los abucheaban mientras la gente cantaba, con unción, las coplas marianas de Miguel del Cid. Las controversias se convertían, día a día y al margen de su fundamento teológico, en un potencial problema de orden público. Por razones menores se amotinaba la gente llana. En el bienio 1615-1616 las tensiones existentes al respecto desvelaban al gobierno de la Monarquía. Roma, a pesar de las continuas peticiones de la Corona española, no se pronunciaba aunque sí llegó a prohibir las opiniones contrarias a la fe inmaculista. Tal disposición afectaba directamente a los dominicos. Éstos se quejaban, con cierta razón, pues decían ser prudentes teólogos, fieles defensores de la ortodoxia católica - nada menos que el nervio del Santo Oficio-y devotos sinceros de la Virgen. Con sus criterios, decían, no atentaban contra dogma alguno. A pesar de todo, su impopularidad creció por días. Ya en los años finales del reinado de Felipe IV, el Consejo de Castilla llegó a amonestar a la Orden por los alborotos que provocaban sus frailes en los sermones. Medidas similares se tomaron en Indias. Por su parte, cabildos municipales, gremios y distintas corporaciones exigían a sus miembros votos solemnes y el juramento de defender la Inmaculada Concepción de María.

sábado, 1 de diciembre de 2012

CARTA DE UN PICADOR AL MARQUÉS DE PERALES

Andrés Hormigo, picador de toros, fue requerido para que participase en los festejos taurinos organizados, con motivo de las bodas de Isabel II, en 1846. Ésta es la carta que envió desde Salamanca al marqués de Perales. Merece una detenida y paciente lectura:

Salamanca y 26 de septiembre de 1846

Señor Marqués de Perales.

Muy Señor mío, y amigo recibí su apreciable fecha del corriente por la que veo echo Vdes el fabor de acordarse de mí por lo que viviré toda mi vida agradecido á V.S. y á los demás compañeros pero allandome en cama con calenturas hace dos meses y medio y la enfermedad sin querer ceder en nada, y por esto mismo no puedo ir á esa y lo siento infinito pues ya llevo ocho meses de enfermedad y yave V.S. si me ará falta el dinero cuando no vivimo de otra cosa, V. S. disimule que no baya la carta como corresponda pues no se otra cosa, y V. S. mande a este seguro su  servidor que S. M. B. 

Andrés Hormigo.

Federico Mínguez que publicó esta carta en La Lidia de 3 de abril de 1893 hace constar: "No puede darse en la carta mayor sinceridad, y es prueba palpable que el amanuense no andaba muy á buenas con la Ortografía". Por nuestra parte no podemos dejar de indicar la cortesía y la llaneza con la que Hormigo trataba de amigo a un título del Reino. No han faltado observadores, entre viajeros extranjero, a los que ha llamado la atención esta relativa familiaridad,sin faltar a las reglas de la cortesía, entre la nobleza y el pueblo llano en la España del pasado. Es también un ejemplo de corrección, en el fondo al menos, sobre el modo de tratarse por carta.  Por cierto, los picadores que participaron en las corridas fueron los siguientes: Antonio Sánchez, Antonio Rodríguez, Antonio Fernández, Juan Gallardo, José Álvarez, José Muñoz, Pedro Romero, Manuel Lerma, Juan Martín, Francisco Atalaya y Manuel Martín. Como sobresalientes figuraron Isidro Santiago Barragán y Francisco Ezpeleta.

POBRES DEL BARROCO

Había muchos tipos de pobres en la España barroca. Los pobres vergonzantes eran personas de calidad, gente principal que debía ser socorrida con mucho miramiento y sin menoscabo de su honra. Recibían la limosna con gesto indulgente como si fuesen ellos los que hacían tal merced. Otros, sin llegar a tanto, encajaban la pobreza con entereza y dignidad. Hay una denominación que aparece con frecuencia en los documentos de archivo que, a lo largo de los años, he tenido la fortuna de consultar. Es la de pobre de solemnidad. Desconozco si hay algún término equivalente en otras lenguas. Agradecería a los lectores cualquier aportación al respecto. La admisión de la propia pobreza no originaba un sentimiento de deshonra. He constatado, por la lectura de padrones de hidalgos que vivieron en Jaén, en tiempo del Conde Duque, que no pocos nobles reconocían su indigencia con absoluta sinceridad, sin darle al asunto más vueltas. Su orgullo ensombrecía, a partes iguales, a la riqueza y a la miseria. También recuerdo el caso de la viuda de un hidalgo de inicios del XVIII,  con el doña delante de su nombre , a la que enterraron con un funeral de limosna "por la suma pobreza" que, según el párroco, padecía. No sé la razón pero, desde hace muchos años ya, imagino a doña Catalina -que así se llamaba- en sus destartaladas estancias, cercanas a la Casa de la Compañía de Jesús, bajo la incierta luz del siglo XVII.

Sobre los conceptos de pobreza y riqueza, en los medios católico y protestante respectivamente, es muy conveniente la lectura de una interesante entrada, incluidos los comentarios, de En Compostela.