domingo, 31 de marzo de 2013

INDULTOS POR LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR

En La España del Antiguo Régimen existía la tradición de indultar a determinados reos en Viernes Santo.  Según Tomás y Valiente, estas medidas de gracia no eran aplicables a los condenados por delitos considerados especialmente graves: lesa Majestad -divina y humana-, contrabando, homicidios alevosos y sacrílegos, incendios, pecado nefando, cohecho, hurto, incendios, blasfemia, malversación de fondos públicos, resistencia a la Justicia y desafíos. Con todo, es dudoso que tales limitaciones se cumpliesen de manera rigurosa. El indulto sólo tendría efecto si los reos eran previamente perdonados, de forma expresa, por las víctimas o la parte ofendida.  Era una práctica frecuente en los casos de muertes violentas, lesiones y delitos contra el honor y la honestidad, pues se concedían perdones, entre particulares, a cambio de dinero o bajo ciertas condiciones. Por una disposición de Juan II el número de beneficiados por el indulto del Viernes Santo no podía superar la veintena por año. A mediados del XVIII la Cámara de Castilla, en nombre del Rey, ordenó que el número de reos indultados fuese de dos cada año. Es posible que los concejos aplicasen similares medidas de gracia para culpables de faltas y delitos menores, como pendencias, contrabando de poca monta o fraudes. Puede ser el caso del preso indultado en Huelma, Jaén, en 1686 y que aparece recogido en los protocolos notariales del Archivo Histórico Provincial de Jaén.

lunes, 18 de marzo de 2013

NICOLÁS DE BOBADILLA



Fue Nicolás de Bobadilla uno de los primeros jesuitas. Siguió a san Ignacio desde la primera hora, cuando todavía no existía la Compañía de Jesús. Nació en Bobadilla del Camino en 1508 ó 1509. Era un tipo indomable y vitalista. Se contaba de él que, siendo un niño, "trepaba las más altas torres o las rocas más escarpadas para desnidar a los pájaros, a riesgo de romperse los huesos". Fue limosnero de los imperiales en la guerra contra los protestantes de la Liga de Smalkada. Había que ser valiente para ir, como si fuese cosa de poco cuidado, por aquella Europa desgarrada por las guerras de religión. En esas jornadas enfermó de peste y se curó, lo apresaron y se escapó. Por si fuera poco, un luterano le asestó un  alabardazo en la cabeza. No tuvo mayores consecuencias por la costumbre que el jesuita tenía de llevar un sombrero grueso que, como si se tratase de un castoreño, le amortiguó el golpe. Quizás aprendió a temer a la Muerte lo justo -ni más ni menos- y vio una señal de la Providencia el salir indemne de tantas tribulaciones. No dejó,por tanto, de ganar bríos. Hasta para decirle las cosas claras a Carlos V. Le envió dos memoriales muy cumplido. Fueron muy leídos por príncipes católicos y protestantes. Al parecer decía verdades como puños y advertía al Emperador que tuviese cuidado y se guardase mucho de tener melindres con los luteranos. Don Carlos, al que no le faltaban quebraderos de cabeza -y afecciones de gota- mandó al jesuita que se fuese en buena hora y, a sus soldados, que lo pusieran en la raya de Alemania. No le faltaron a nuestro personaje otros lugares para correr aventuras para mayor gloria de Dios. Éstas y otras cosas de su vida son recogidas por André Ravier en su biografía de san Ignacio.

viernes, 15 de marzo de 2013

GAÑANES

Se llama gañán al mozo de labranza que trabaja a jornal. También es un gañán el que, entre mayorales y pastores, ocupaba el puesto más modesto. La gañanía  es un cuento de Joaquín Dicenta, de ambiente pastoril y nada bucólico. En dicha historia dos pastores lanzan por un despeñadero, como si fuese cosa de poca importancia, a un tratante señoritil y desaprensivo. Previamente lo habían narcotizado con hierbas del monte. También despeñaron al caballo del tratante. En una relación de precios de Jaén, correspondiente al año en que se tomó Breda se menciona la paga de estos hombres del campo: "los gañanes por dias y en todo el tiempo del año para arar a los rededores de Jaen con bestias asnales o bacunos, real y medio y de merendar y no otras cosas". Y sigue: "un gañán de mancera por un año veyntiquatro ducados" y  "un gañán por temporada de la cimiença que son quatro meses entrando el mes Setiembre, hasta fin de Diziembre cada mes gane dos ducados y medio". El gañán de mancera es el dedicado a arar la tierra. A pesar de su humilde ministerio, creo yo, el gañán no deja de tener cierta nobleza por su dedicación a las cosas del campo, por su estoicismo frente a las heladas y a los soles de agosto. Algunas veces estos gañanes se hartaban y lo mismo se embarcaban a Indias que sentaban plaza de soldados -en la compañía de algún capitán de hablar quedo y mirar fiero- o se convertían, casi sin darse cuenta, en caballistas.

domingo, 10 de marzo de 2013

AZAFRANES SOSPECHOSOS

No todo lo elaborado en tiempos antiguos era natural, puro, sin trampa ni cartón. Esta idealización del pasado, de lo tradicional, se ha convertido en tópico de la publicidad actual.  Las pobres gentes de ayer comían y bebían productos, en muchos casos, de pésima calidad, mal elaborados, en dudoso estado y de incierta procedencia. Ya citamos un caso, comentado por Jerónimo de Barrionuevo en sus Avisos, en el que un tendero, sin conciencia y sin consideración hacia sus clientes, mezclaba tierra de muertos con el chocolate. Decían algunos, ingenuamente, sin saber de estas macabras recetas, que hasta sabía bien el brebaje. Hay gustos para todo. Las denuncias contra pasteleros, por elaborar empanadas con carnes de incierto origen - "huesos, moscas, vaca y caldo" decía Quevedo- y contra taberneros, éstos por bautizar el vino, son abundantes en el siglo XVII. Y no se tome a irreverencia lo anterior pues ya Tirso de Molina escribió en El Caballero de Gracia:

                                    Pero unos curas seglares,
                                    que aquí llaman taberneros
                                    y andan bautizando cueros,
                                    muestran, por darnos pesares,
                                   que aquesta corte encantada
                                   al vino imitar procura
                                   pues ni en ella hay amistad pura
                                   ni amistad que no esté aguada.

                                                 ***  

Repaso algunas notas tomadas de algunos archivos y encuentro lo siguiente: a mediados del XVIII un caballero veinticuatro de Jaén acusó a un vecino de dicha ciudad, Francisco Carrillo,  de vender "públicamente por las calles azafrán de mala calidad, mezclado con azeite y harina y otras misturas que pueden perjudicar a la salud pública". Por el aceite y la harina, aparte del engaño y la trapacería, no habría mayor problema. Lo que resulta más inquietante es lo de las "otras misturas". Sabe Dios con qué se aderezaron aquellas ollas pobretonas y dieciochescas. Mejor dejarlo. Mandó el Concejo investigar el  caso. Consta que capturaron a un arriero que llevaba dos onzas y media del sospechoso condimento.

(El caso consta en el  Archivo Municipal de Jaén, legajo 568, 1749)

jueves, 7 de marzo de 2013

CARLOS V AUSENTE DE LA VIDA

Hay renuncias que deparan grandeza. Ortega, en su Meditación de la técnica, describe la retirada de Carlos V como "la más ilustre bajamar registrada por la historia". Una "resaca hacia la nada", decía.  Allí, en Yuste, sin perder del todo su pasión por el poder y el gobierno del mundo -pues notorio que no hizo vida de monje- se dedicaba a contemplar sus relojes. El último rey caballeresco, medieval en muchos de sus valores, en su temperamento, era un hombre moderno en su fascinación por la mecánica y la precisión de los engranajes. También por la atracción hacia el misterio del tiempo que residía, callado, en cada uno de los relojes. Juanelo Turriano compuso para el Emperador un pájaro con alas de metal. Dicen que le gustaba verlo volar por las estancias.

domingo, 3 de marzo de 2013

EL MALTÉS DE MADRID


Es el título de un romance de ciego -un pliego de cordel- en el que se narra la siniestra experiencia vivida por un maltés en la Corte. Debía de ir bien provisto de dinero pues los de su nación solían dedicarse a los tratos y negocios en la España de los siglos XVIII y XIX. Los hechos tuvieron lugar un Jueves Santo, en un año indeterminado, y fueron los siguientes: una falsa dama, con astucias y engaños, condujo a nuestro personaje  -caballerete elegante y no mal intencionado- a su casa. Decía que iba a invitarlo a bizcochos y agua. El maltés quizás imaginando una aventura galante o, simplemente, por agradar, aceptó el agasajo. La frugalidad de la colación se debía a que tal día era de ayuno obligado. El objetivo de la perversa anfitriona era, una vez en su casa, robar y asesinar a nuestro personaje. Éste se olió el asunto cuando, al entrar en la infame residencia, vio en la sala tres embozados de muy mal aspecto. Mal panorama se presentaba. No era para menos. Consiguió salvarse del jicarazo por muy poco: encomendándose a la Virgen del Carmen y gracias a la audacia de su criado. Éste dio aviso a unos soldados que acudieron, con bayoneta calada, al rescate de su amo. Tras reducir a los maleantes registraron la casa y dieron con una habitación cerrada con dos candados. Funesto presagio. Tras descerrajar la puerta encontraron un macabro panorama:

En tres artesas tenían
 cubiertos de sal y agua
      á seis racionales cuerpos:
      y mirando bien la cuadra,
encontraron otros seis
solamente las estatuas
arrimadas á un rincón
con una estera tapadas

Terrorifico. Allá vengan historias de Poe que en la Villa y Corte se hacían las cosas a lo grande. Así, por las buenas. Después los detenidos, sometidos al pertinente tormento y a fuerza de retorcer las mancuernas, confesaron. Dijeron que salaban los cadáveres de los pobres desgraciados que caían en sus manos. Así los tenían, durante cuatro o cinco días en salmuera, para evitar los malos olores para después tirarlos al río. Dieron relación de sus víctimas. Veintiséis nada menos, de distinta condición y edad. Los culpados fueron condenados a ser arrastrados por las calles, ahorcados y puestos sus cuartos en los caminos. Aunque el romance aparece publicado en 1858,  la práctica del tormento judicial  y la forma de ejecución de la pena capital nos hablan de un episodio -real, inventado o exagerado-  nos sitúa en una época anterior a las reformas liberales.

                                        ***
Por cierto, en una aventura de Sherlock Holmes - "La caja de cartón", The Strand Magazine, enero de 1893-  una señora recibe, en su domicilio, un paquete con una oreja conservada en sal. El criado del maltés podría haber asesorado, con competencia indiscutible, al detective de Baker Street en cuestiones de esta naturaleza.


Conozco el romance gracias al libro de Julio Caro Baroja, Romances de ciego (1979). El pliego de cordel se editó en la imprenta de don José M. Moreno, calle Juan de la Cabra, número 4, de Carmona.