Cuaderno sobre las vidas, costumbres y mentalidades de los españoles de ayer. Escrito por Ángel Aponte Marín
martes, 23 de diciembre de 2014
POR LAS CALLES TRAS LA MISA DEL GALLO
Felices Pascuas para todos los lectores de Retablo de la Vida Antigua.
domingo, 21 de diciembre de 2014
UN REINO DE PASTORES
sábado, 13 de diciembre de 2014
EL DÍA DE SANTA LUCÍA
http://hermandadsantalucia.com/puerta-de-arenas-2/ |
domingo, 30 de noviembre de 2014
PAN DE CONVENTO
lunes, 24 de noviembre de 2014
LAS LLUVIAS DE 1626
Escribo sobre el Año del Diluvio en https://neupic.com/articles/el-ano-del-diluvio
jueves, 13 de noviembre de 2014
LOBOS, CHOZOS Y CORRALES
jueves, 6 de noviembre de 2014
COCHES DEL MADRID ISABELINO
A finales del siglo XVIII Antonio Ponz admiraba la abundancia de coches de punto en Londres y París. No dudaba de la excelente acogida que tendría en Madrid la existencia de este transporte público que ahorraría grandes caminatas, incomodidades y penalidades de toda suerte a vecinos y transeúntes. A mediados del XIX había ya unos trescientos coches de uso público, de distintas características*. El viandante del Madrid isabelino los podía encontrar estacionados en la Puerta del Sol -desde la calle Carretas hasta la de Espoz y Mina- y en las plazas del Progreso, Santo Domingo, del Rey y de Isabel II. También en las calles de Alcalá y Fuencarral. En horario de espectáculos los coches de punto estaban situados en las inmediaciones de los teatros y en horas del paseo en las calles de Alcalá y Carrera de San Jerónimo, entradas del muy concurrido y mundano Salón del Prado. La carrera en un carruaje de un caballo, para una o dos personas, costaba cuatro reales durante el día, seis entre el anochecer y media noche y diez reales de las doce en adelante. Los coches también se podían alquilar por horas, de manera que durante el día la tarifa era, en los de hasta dos pasajeros, de ocho reales la primera hora y seis a partir de la segunda. Desde el anochecer al alba se encarecía el servicio hasta los 14 reales por hora. Los carruajes con dos caballos y cuatro asientos se acogían a los mismos criterios de tiempo y condiciones del servicio oscilando su tarifa entre los seis y los 16 reales. Estos vehículos no podían prestar sus servicios sin las oportunas licencias del corregidor de Madrid y estaban identificados con un número pintado en el testero y los faroles. En el interior debía estar expuesta, en lugar bien visible, la relación de precios y servicios así como los bandos vigentes que reglamentaban el transporte urbano. Para los más refinados o, sencillamente, para los que querían dar más empaque a sus desplazamientos había una amplia relación de coches de lujo, de uso también público, que se podían alquilar en distintos establecimientos de las calles Cedaceros, del Lobo, de los Trujillos, de los Negros y en la Plazuela del Rey. Había muchos tipos de carruajes: landós, tílburis, carretelas, berlinas, góndolas, calesas, omnibús y tartanas.
jueves, 30 de octubre de 2014
UN POEMA MACABRO DE GABRIEL Y GALÁN
jueves, 23 de octubre de 2014
DE LAS OBLIGACIONES DE LOS REYES
En 1628 Alonso de Valenzuela afirmó, de manera pública y sin miramientos, que un buen rey debía ser "padre, pastor y médico" y que los monarcas estaban obligados a "curar las enfermedades de los vasallos y remediar las sus necesidades aunque sea a su propia costa". Habrá cambiado el vocabulario político, es verdad, mas no los deberes de los reyes .
La cita de don Alonso en mi libro, Reforma, decadencia y absolutismo. Jaén a inicios del reinado de Felipe IV, 1998.
jueves, 16 de octubre de 2014
NAPOLEÓN Y LOS FRAILES
La invasión de España en 1808 era parte de un viejo proyecto histórico encaminado a hacer de Francia la gran potencia continental europea, no bajo los criterios del absolutismo monárquico sino a partir de su reciente herencia revolucionaria. Napoleón, para esta empresa, partía de una determinada visión de España, heredada de los tópicos ilustrados dominantes en la Francia del XVIII, reforzada a su vez por la penosa actuación de la Familia Real y de una parte de las elites españolas del momento. La imagen de una España atrasada, cerril, dominada por el oscurantismo y la superstición había calado en Francia desde la gran derrota de la Casa de Austria y seguía vigente en los tiempos de Bonaparte. Éste trataba de legitimar su invasión mediante una supuesta voluntad regeneradora e incluso supuestamente civilizadora como bien se puede comprobar en sus proclamas. Este discurso contó con el suficiente crédito y aceptación entre los afrancesados más convencidos y era generalmente aceptado fuera de España.
Iniciada la guerra, los boletines* publicados por Napoleón, sobre sus campañas en España, son una buena fuente para comprobar la mencionada visión. También para constatar que Bonaparte era consciente de que el nervio y la base ideológica de la resistencia contra su ocupación era sostenida por la beligerancia del clero. La conciencia nacional y moderna, defendida por los liberales convivía, frente a un enemigo común, con el fundamento religioso, popular y tradicionalista sostenido por frailes y clérigos del más diverso rango. Los ejemplos, desde las guerras de la Convención, son abundantes. Napoleón no desconocía este hecho y sus boletines lo demuestran.
El 15 de diciembre de 1808, desde Burgos se da cuenta, en un boletín, de la captura de unos prisioneros que llevaban en sus uniformes unos botones con la inscripción "Al vencedor de Francia". Dice el comunicado francés: "en esta fanfarronada ridícula se reconocen a los compatriotas de Don Quijote". El 13 de diciembre de 1808, desde Burgos, se describía con sarcasmo la movilización de los estudiantes de Salamanca que pretendían invadir Francia; también se ridiculizaba a los campesinos, todos fanáticos, que aspiraban a saquear Bayona y Burdeos y que creían ser guiados "por todos los santos aparecidos a unos monjes impostores". Esta afición milagrera, atribuida por la propaganda francesa a los españoles, es mencionada también en el boletín -firmado en Aranda de Duero el 26 de noviembre de 1808- cuando se refiere a "los monjes impostores que han hecho hablar a la Virgen del Pilar y a los santos de Valladolid".
La Inquisición, naturalmente, representaba para la propaganda bonapartista el símbolo de la España mas rancia y tenebrosa así, en el comunicado antes mencionado, del 26 de noviembre, se afirmaba de manera radical: "El reino de la Inquisición ha terminado". Sus tribunales, decía, nunca más atormentarían Europa y "el bochornoso espectáculo de los autos de fe no se volvería a producir". El Santo Oficio había dejado de ser lo que era hacía ya mucho tiempo, pero tales tópicos eran, por su naturaleza, muy difíciles de erradicar además de ser considerados muy útiles para legitimar la ocupación francesa. El comunicado denunciaba, junto a lo anterior, la abierta y extraña alianza de Inglaterra, la Inquisición y los franciscanos. En el boletín del primero de enero de 1809 se unen, a esta triple alianza, los nostálgicos del orden feudal. Floridablanca era caracterizado como "un vejestorio que reúne la anglomanía más ciega con la devoción más supersticiosa. Sus confidentes y y sus amigos son los monjes más fanáticos e ignorantes".
Los frailes españoles eran según los boletines napoleónicos, los peores de Europa. A diferencia de los religiosos alemanes, italianos y franceses -ejemplo de mansedumbre, docilidad y formación- la clerigalla española era, según el boletín del 28 de noviembre de 1808, la hez del pueblo, ignorante, crápula, comparable a los matarifes de las carnicerías, sólo influyente en la plebe más inmunda. Así, declaraba el boletín: "una casa burguesa sería deshonrada sentando a un monje en su mesa". En diciembre de 1808 se mencionaba al obispo de Santander "animado más por el espíritu del demonio que del espíritu del Evangelio"y, en otra ocasión, se le atribuía la costumbre de ir por el mundo armado con un sable. Napoleón.
*Los distintos números del Bulletin de l'armée d'Espagne, en Oeuvres de Napoléon Bonaparte, edición C.L.F. Panckoucke, tomo IV, 1821
jueves, 9 de octubre de 2014
LUCES DEL 98
La noche cuenta tanto como el día y cada época tiene su luz. La luz en el Madrid del 98 era la de los arcos voltaicos de la Estación de Mediodía, también la originada por las bombillas de señales en las vías férreas o la de las mariposas de corcho, navegando como buques perdidos en agua y aceite. La luz del 98 relumbraba, modestamente, en faroles de petróleo, velas, quinqués de petróleo de sube y baja, a veces con pantalla blanca. Las sombras de la Villa y Corte se rompían por las llamaradas de las chimeneas de la Fábrica del Gas de Madrid, del gas que alimentaba los mecheros de las calles, envueltos en fundas blancas con fosforescencias de fuego fatuo. Aceras vislumbradas por faroles de sereno en las madrugadas de aguardiente, bohemia e infamia, velas de cera y sebo, venerables velones de aire velazqueño y humildes candiles de hogares proletarios. Baroja describió, con maestría, las luces lúgubres del Hospital General y las -tímidamente- frívolas de los escaparates modestos. También los farolillos de verbena o los que encendieron en la jura de Alfonso XIII,
miércoles, 1 de octubre de 2014
COSAS DEL CAMPO, DE ESPAÑOLES Y DE INGLESES
La relación de las élites españolas e inglesas con el campo ha sido distinta a lo largo de los últimos siglos. La naturaleza del medio físico, los cambios experimentados en la propiedad de la tierra, la explotación de ésta, la función social de la nobleza y su relación con la Corte, las buenas o malas comunicaciones, la inseguridad e incluso la propia comodidad e incomodidad -extrema a veces- de las casas pueden explicar el origen de esta diferencia. Sobre esta cuestión escribo en Nueva Revista.
jueves, 25 de septiembre de 2014
MR. HASELDEN Y LOS BANDOLEROS
Mr. Robert Bourke |
El dos de julio de 1874 una partida de bandoleros secuestró al inglés Mr. Arthur Haseldine, don Arturo Haselden para los españoles. Era administrador de la Sociedad Especial Minera del Río Grande y también de la Centenillo Silver Lead Mines Company Ltd. Estas compañías explotaban los yacimientos de plomo de El Centenillo, al norte de la provincia de Jaén, en Sierra Morena. Viajaba Haselden a Linares, por obligaciones profesionales, acompañado por un capataz y muy de mañana. Al salir de El Centenillo fue asaltado por cuatro facinerosos, armados con escopetas, y capturado. Lo condujeron a lo más hondo de Sierra Morena y, desde allí, sus captores exigieron un rescate de 50.000 libras en oro. Otras fuentes rebajan la cifra a 30.000 libras. Tengo sobradas dudas de que los bandidos tuvieran una idea precisa de la magnitud de tal suma. Una institutriz, por ejemplo, percibía a mediados del siglo XIX un salario de unas cincuenta libras anuales. El secuestro fue minuciosamente organizado por medio de una compleja infraestructura. Los secuestros y extorsiones eran una rentable actividad en la caótica y disparatada España del Sexenio Revolucionario. Las hambres de 1868, las partidas carlistas y unas trabadas ligas de ladrones, bandidos de todo pelaje y contrabandistas hacían del campo español un espacio peligroso. Recuerde el lector que es la época en la que Zugasti fue enviado a Córdoba para combatir con mano de hierro un bandolerismo arraigado, crónico y muy organizado, capaz de imponerse al propio Estado. En el secuestro de Haselden participaron no menos de veinte individuos, algunos de ellos muy peligrosos. Sus apodos eran Frasquito, El Zapatero, El Colorao, El Viseño, La Leona, Joseíco, El de Bolaños y El Moraleño, entre otros. No pocos eran naturales de pueblos de Ciudad Real, en las estribaciones de Sierra Morena. No todos eran delincuentes habituales o tipos marginales sino que entre ellos se contaba, como afirma La Época, de 19 de agosto de ese año, personas "de alguna posición", un alcalde, de Huertezuelas, conocido como Antonio (a) El Herrero, un capitán y jefe de los escopeteros de Ciudad Real, serreños y algún guarda. Haselden sufrió un cautiverio de once días y fue puesto en libertad tras el pago de un rescate de 5.800 libras que fueron reunidas por familiares y amigos. Antes de ser liberado, eso sí, el jefe de la partida puso a su disposición un guía para que lo condujese de vuelta y le devolvió el reloj, que le había robado en el momento de su captura. Con una mezcla de majeza y chulería le dijo al inglés: "Tenga, porque no está bien que un caballero viaje sin dinero". Le entregó seis libras. Remató la fineza con un "le deseo buen viaje".
El Imparcial, 24-7-1874
La Correspondencia de España, 26-7-1874, 31-7-1874
La Iberia, 1-8-1874
La Época, 19-8-1874
La interpelación en la Cámara de los Comunes http://hansard.millbanksystems.com/commons/1874/jul/30/question-8#S3V0221P0_18740730_HOC_55
jueves, 18 de septiembre de 2014
MADRASTRAS, CRIADAS Y ENVENENADORAS
*Imprenta de F. Sánchez, Barcelona, 1861.
viernes, 12 de septiembre de 2014
DORMIR Y SER SANTO
jueves, 4 de septiembre de 2014
PICADOR DESPUÉS QUE FRAILE
* Ricardo de Rojas y Solís, marqués de Tablantes y conde del Sacro Imperio, Anales de la plaza de toros de Sevilla (1730-1835), 1917
viernes, 29 de agosto de 2014
THE HOLY BOYS
miércoles, 20 de agosto de 2014
TAUROMAQUIA FIN DE SIGLO EN SAN SEBASTIÁN
jueves, 14 de agosto de 2014
LA SED DEL SOLDADO
Conde de Montemar, Avisos militares, 1718, Imprenta de Pedro Marín, Madrid 1773.
lunes, 28 de julio de 2014
VERANOS DE 1730
Garrapiñas, horchatas, garrafas de limonada, retirada de tapices, calles empolvadas, calles regadas, sarna, sarpullidos, mataderos hediondos, despojos arrastrados por ratas, bóvedas sepulcrales más hediondas todavía, asaltos a melonares, meloneros airados, beber agua con nieve, señoras en enaguas y guardapiés, paseos nocturnos, moscas, correr toros, carlear de perros, ovejas esquiladas, alivio de vagabundos, fiestas por la Virgen,cantos de siega y alegres auroras
lunes, 21 de julio de 2014
AGUA DE SELTZ
Continúa el autor: "con el ácido tartárico y el bicarbonato de sosa, que con agua se pone en este aparato se obtiene una buena agua gaseosa". En fin, mejor sería la servida en cafés, colmados y botillerías sobre veladores de mármol. En cualquier caso, este verano, los nostálgicos del siglo XIX, deberíamos abstenernos de solicitar agua con gas, en locales hosteleros y comercios, y pedir en cambio agua de Seltz. Nos hermanaremos, aunque sólo sea en esto, con el Capitán Nemo, Kitchener y el doctor Watson.
*El libro citado es Cocina moderna, Librería de Anlló y Rodríguez, Madrid 1875.
domingo, 13 de julio de 2014
CARLOS V, EDUARDO VII Y LAS ANCAS DE RANA
Plato humilde pero apreciado por un Habsburgo. Las ancas de rana se servían en la imperial mesa de Carlos V en su resignado retiro de Yuste. Siglos después, hacia 1889, se prepararon con crema en el Hotel Savoy de Londres, por orden de César Ritz, para el Príncipe de Gales. No había, según dicen, precedentes de príncipes herederos ingleses que fuesen a cenar a restaurantes y, menos aún, ancas de rana. El futuro Eduardo VII acudía al Savoy incluso algunos domingos. Lo cuenta Egon Jameson. Las ranas también constituían el ingrediente básico de un triste caldo, muy adecuado para enfermos y convalecientes, según un recetario español del siglo XIX.
domingo, 6 de julio de 2014
LAS LEVAS DEL CAPITÁN NEGRETE
Va de pícaros. En el invierno de 1636, empezada la guerra con Francia, llevaron a la Cárcel de Corte -bien sujeto con grillos y una cadena- a un capitán llamado Negrete. Al parecer falsificó las patentes del Rey y reclutó compañías por su cuenta y a la buena de Dios. No contento con esta travesura, disponía de los alojamientos de los bisoños, repartía las correspondientes papeletas y, era cosa obligada, departía con alcaldes y regidores. Hasta nombraba oficiales. Estos disparates los perpetró en La Rioja aunque no llego yo a saber si por dinero o por figurar. Tan poderosa es una razón como otra y tan mala consejera la codicia como la vanidad.
viernes, 4 de julio de 2014
OTROS POSIBLES PELIGROS DEL MELÓN
A veces estos riesgos no son, en sentido estricto, digestivos. Es lo que podemos deducir de una escritura notarial de 1769 por la que sabemos que Juan de Montilla, vecino de Jaén mantuvo una querella con unos sujetos "por aver herido al otorgante la madrugada del dia seis de septiembre del año proximo de sesenta y ocho en el sitio de la Fuente de la Zarza, donde estaba guardando un melonar suio propio por impedir a dos hombres que en el estaban cojiendo melones". Debió de recibir algunos palos. La defensa del melonares y huertas era frecuentemente de pesadumbres muy ruidosas. No es la primera noticia que encuentro, al respecto, en papeles de archivos.
Archivo Histórico Provincial de Jaén, legajo 2146, folio 15, 1769
jueves, 3 de julio de 2014
DINEROS DE DUENDE DE CASA
La creencia en duendes guardianes de tesoros es vieja de muchos siglos. En ocasiones los custodios de estas riquezas ocultas eran fantasmas con todos sus trebejos, bien cargados de cadenas, como aparecen en el entremés barroco titulado La burla con el tesoro, editado en Córdoba. También las guardaban hadas, enanos y otras criaturas más o menos fantásticas. Cunqueiro escribió mucho y bueno al respecto. Era creencia extendida y no siempre extravagancia de orates. En el Índice del inquisidor Rubín de Ceballos, ya de finales del XVIII, se prohibía un cuaderno que "contiene preceptos, comjuraciones y exorcismos, para descubrir y sacar los tesoros ocultos". La gente perdía el seso con estas historias. Sirve lo anterior para entender cierta carta, escrita por santa Teresa en Malagón, por febrero de 1580. Decía: "Plega a Su Majestad gane vuestra merced en esa soledad muchas riquezas eternas, que todo lo demás son como dineros de duende de casa".
Rotunda expresión -"dineros de duende de casa"- que fuera de su aplicación a las vanidades del mundo bien podría ser prevención universal contra las fáciles riquezas de tiempos de euforia desmedida. Espejismos, al fin, de negociantes, oro de alquimia, pavesas lanzadas al viento, torres de papel, ganancia sin fuste y sin honra.
domingo, 29 de junio de 2014
GALANES DE MONJAS
Caballeros y demás gente principal de los siglos XVI y XVII acudían a los locutorios de los conventos para conversar con las religiosas. Eran las llamadas devociones de monjas. Las pláticas, sobre lo divino y lo humano, tenían lugar en la reja o el locutorio. Además de palabras se intercambiaban esquelillas, regalos, mazapanes y otros dulces. En estas devociones conventuales alternaban o convivían los amores platónicos y los desasosiegos espirituales. No había, en este sentido, malas intenciones. Las autoridades eclesiásticas toleraban, a regañadientes, esta costumbre aunque siempre estaban dispuestas a cortar cualquier exceso. García Mercadal cita la disposición del obispo de Lérida, en 1564, que amenazaba con excomulgar a todos los estudiantes, de más de catorce años, que entrasen en los conventos pues " han sucedido de la.conversación de los estudiantes y otras personas algunos peligros y escándalos". Otros prelados prohibieron las serenatas en rejas, puertas y locutorios. Llevar una rondalla al convento era ya demasiado. Por supuesto, no todas las órdenes religiosas se gobernaban por las mismas reglas ni todos los conventos eran igualmente rigurosos en sus norma al respecto. La relación de Quevedo con sor Margarita de la Cruz -con ciertas reservas- podría tener cierta relación con lo antes descrito. También, aunque centrada en graves asuntos de Estado y conciencia, la de Felipe IV con la monja de Ágreda.
martes, 24 de junio de 2014
SOBRE LO CABALLERESCO
"El caballero, en el antiguo sentido caballeresco, se hallaba indisolublemente consagrado a su orden y era incapaz, fueren cuales fueren las circunstancias, de dejar de ser un caballero. Había cosas que había contraído el compromiso tácito de no hacer ni permitir. Ni él, ni nadie en presencia suya, podía permitirse el ser cobarde, cruel, vil, ingrato, obsceno o desleal. Así, el caballero, aunque siempre respetado, era detestado a menudo. Desde luego, no era el más acomodaticio de los compañeros, y los que no eran caballeros preferían no encontrarlo en su camino."
George Santayana, El último puritano, I, 183. Cit. por José Luis Villacañas en Ramiro de Maeztu y el ideal de la burguesía en España, 2000
domingo, 22 de junio de 2014
EXÁMENES, MEMORIA Y ESTUDIANTES BARROCOS
Los estudiantes de otro tiempo, matriculados en escuelas de gramática y universidades, estimulaban su memoria con anacardina. Era, como es evidente, un compuesto de anacardos. El Padre Nieremberg, siempre tan grave, la mencionaba en sus sermones. Serrano de Vargas, un ingenio del siglo XVII, escribió su Anacardina espiritual. El Padre Feijoo se ocupó de la anacardina -entre otros vigorizantes de la memoria- en sus Cartas Eruditas. La consideraba peligrosa pues le constaba que podía provocar locura, fatuidad o estupidez. Sus efectos, además, duraban muy poco tiempo.También dio cumplida noticia del ámbar, las cubebas de Java, el cardamomo, el incienso y un brebaje llamado "agua de magnanimidad" que aparece en los tratados farmacéuticos antiguos. Yo creo que -dada su curiosidad y medida extravagancia- ingería estas sustancias en la soledad de su celda, entre libracos, cronicones y cartas. Después atendía su cátedra de Teología en Oviedo. También Estebanillo González, pícaro notorio, obtuvo unos cuartos vendiendo a estudiantes novatos y agobiados una mezcla de polvo de romero y cebadilla, envuelta en papelillos, que hacía pasar por anacardina.
jueves, 19 de junio de 2014
LA VIEJA MONARQUÍA
Españoles de otro tiempo en los Picos de Europa |
Todo pasa y nada dura para siempre. Es verdad. Sin embargo, a veces, un don se revela en la Historia. Es la permanencia. Su tiempo no se mide por años sino por generaciones, pontificados y reinados. Un tiempo de vivos y de muertos. Ahí sigue la vieja Monarquía. La que hizo a España a fuerza de grandeza y desengaños. Ahí sigue el Reino -bajo el cielo absoluto de un día del Corpus- cargado de gloria y desventuras. Y la vida por delante.
Viva el Rey
martes, 17 de junio de 2014
CAMPANILLAS PARA EL SANTÍSIMO
jueves, 12 de junio de 2014
RITUALES REGIOS
domingo, 8 de junio de 2014
LO INTRAHISTÓRICO EN DOMINGO ORTEGA
Su aspecto no dejaba a nadie indiferente. Unos y otros incidían, con especial insistencia, en su aire campesino. No en vano había sido labrador y venía de labradores. En 1931, año de su presentación en la plaza de Madrid, Corinto y Oro lo describió como "un aldeano zafio, con efigie de hombre de terruño, con mueca de sobriedad castellana y con ímpetu y personalidad de un Pedro Crespo, alcalde de Zalamea, en su detonación y en sus hazañas". Federico Morena en Heraldo de Madrid, en las mismas fechas, destacaba su "cara de mozo que ha vivido inclinado sobre el terruño y que tiene las orejas vencidas hacia la nariz, acaso por razón de la ley de la gravedad". César Jalón Clarito, también en 1931, lo calificó de mozo de pueblo que, de manera insólita se atreve a hacer algo distinto en el toreo urbano: "su toreo es como él; es un toreo de pómulos salientes". Y además lo retrató como"labrantín" de "cara atezada; trabajada, de rústico aldeaniego" que contribuía a darle aspecto de hombre maduro. Hemingway en su desordenada, sobrevalorada y prescindible Muerte en la tarde (1932) se refirió a sus facciones con palabras crueles e insultantes que no voy a reproducir por respeto al torero. Las labranzas, Castilla y lo intrahistórico permitían una determinada interpretación de la personalidad y del toreo de Domingo Ortega, acorde con los cánones noventayochistas y orteguianos. Gregorio Corrochano -ABC de 29 de abril de 1932- en "El torero de Castilla" afirmaba:
"Así como los toreros de la escuela sevillana tienen una gracia que recuerda Andalucía, Ortega tiene una serenidad castelllana. Ayer, delante del toro Castaño, no era Ortega, no era solamente un torero; era Castilla puesta en pie. Yo veía Esquivias con su tradición cervantina, y Borox pardo, de color barbecho, oculto en una hondonada, como metido en un enorme surco. Llanuras sin fin. Caminos sin curvas. Serenidad. No es bonito. Pero es majestuoso y evocador. El toreo de Ortega tiene hombría castellana".
Antonio Orts-Ramos en su opúsculo Domingo Ortega, 1931, asociaba al gran torero con los paisajes mesetarios, las glebas y, dentro de una estética neobarroca, con lo macabro:
"Lo primero que llama la atención en este torero es su parecido con la muerte. El cadaverismo de la cara de Ortega es algo.tan consubstancial con su toreo que, únicamente fijándose bien en ella, se puede conjeturar sobre su arte. Su sonrisa es la mueca escéptica y fatal de la descarnada [...] Y, por eso, las multitudes se entusiasman al ver la muerte luchando consigo misma, es decir a Ortega, pues esperan que mientras él la entretiene en el ruedo, se olvidará que en los tendidos hay gente ya en sazón para ponerle esos puntos suspensivos que terminan con la.admiración de un hoyo y unas paletadas de tierra".
martes, 3 de junio de 2014
LOS MARTES DE DON FELIPE
miércoles, 28 de mayo de 2014
DE PESCA EN EL SIGLO XVI
Al señor de Chimista
En diciembre de 1592 el Concejo de Jaén aprobó unas ordenanzas de pesca*. En tales disposiciones se prohibía el uso de golletes, medias, lunas, agrumaderas, telillas y cualquier tipo de mallas o redes excepto las atarrayas y esparaveles, permitidos por las pragmáticas de 1552. Estos arreos eran redes redondas, con sus plomos, para lanzar con buen aire y sacar a brazo en aguas poco profundas. No estaba autorizada la pesca con tales aparejos desde inicios de marzo a inicios de julio "respecto ser los meses que los peces desovan y crían". La pesca de la trucha se podía practicar con caña y anzuelo en los parajes de Vado Sacejo, las hoces de Riofrío y Candelabraje. De esta manera, según las ordenanzas, la población de estos ilustres peces crecería "con grande abundancia y provecho". A los infractores, sorprendidos por caballeros de la sierra y guardas del campo, se les impondrían multas de 1.000 maravedíes y la perdida de los avíos. Estas normas fueron compuestas -con toda aplicación- por don Juan de Vílchez Coello, caballero veinticuatro de Jaén, de linaje muy principal, conocedor probado de las cosas del campo. Pertenecía a la generación anterior al célebre pescador de caña y ferretero inglés Izaak Walton con quien, por cierto, habría tenido muy amenas conversaciones -sobre ríos, cebos, anzuelos, pozas, cañas, sedales y peces - de haberlo conocido.
domingo, 25 de mayo de 2014
LOS POBRES Y LA NOCHE DE MADRID
domingo, 18 de mayo de 2014
LA EDAD Y LA GENTE DEL SIGLO XVI
domingo, 11 de mayo de 2014
MÍSTICA Y GARBANZOS
El 19 de agosto de 1591 estaba san Juan de la Cruz en La Peñuela. Pasaba allí los días, apartado de ruidos y novedades. Estaba el conventillo a las puertas de Despeñaperros, muy cerca del solar de La Carolina, todavía sin fundar. Escribía san Juan de la Cruz a doña Ana del Mercado -no sin santo fastidio- que si bien "la anchura del desierto ayuda mucho al alma y al cuerpo" no dejaban de requerirlo para que volviese al mundo y atendiese graves obligaciones y trabajos. Daba largas y remoloneaba a lo divino. Nada mejor que el olvido en esos despoblados. En la misma carta decía: "esta mañana habemos ya venido de coger nuestros garbanzos, y asi, las mañanas. Otro dia los trillaremos."
La carta en: San Juan de la Cruz, Obras Completas, Ed. Licinio Ruano de la Iglesia, BAC, Madrid, 2002
jueves, 8 de mayo de 2014
CAZADORES, PODADORES Y BUSCADORES DE PANALES
domingo, 4 de mayo de 2014
FELIPE II, LOS ESPAÑOLES Y LA TAUROMAQUIA
Es sabido, además, que Felipe II dio largas y demostró tener mano izquierda para no aplicar, con todo su rigor, las disposiciones papales que proscribían la tauromaquia. Escribiría a Roma para que tales prohibiciones no tuviesen efecto pues los españoles -que no tenían remedio- no podían pasar sin estos festejos. Sus fieles vasallos llevaban la tauromaquia en la sangre, no era prudente pedir imposibles y fulminar excomuniones por ir a los toros era un sin vivir. Habría sido lamentable, pensamos, un brote levantisco contra Roma, no por las indulgencias, el número de sacramentos o la justificación por la fe, sino por no poder ver correr los toros de la tierra el día de la Patrona o por el nacimiento de algún infante. Eso o el infierno en vida. Sacrificios de este pelaje no se podían pedir a los vencedores de Lepanto. Vistas las cosas, en 1596 Clemente VIII otorgó perdón general -excepto a frailes y mendicantes díscolos- con la advertencia de que se evitasen muertes y de que no se jugasen toros en día de fiesta lo que al final, evidentemente, no se cumplió. Los clérigos tampoco debieron de obedecer las disposiciones papales. Roma quedaba muy lejos y bastante tenía el Santo Padre con parar, templar y mandar a cardenales y nepotes.
Con tales antecedentes, Felipe II tenía, necesariamente, que saber de toros. Y los mencionaba en la correspondencia familiar. El 17 de septiembre de 1582, estaba en Lisboa y esperaba la llegada de la Armada del marqués de Santa Cruz. Se preparaban festejos taurinos y luminarias para festejar el retorno de aquel rayo de la guerra y gran marino. Felipe II escribía, en tales circunstancias: "Si los toros que hay mañana, aquí delante, son tan buenos como la procesión, no habrá más que pedir". También daba cuenta de las ilusiones de Magdalena, criada de las infantas Isabel y Clara: "tiene un pedazo de un terradillo que sale a la plaza en su aposento y ha estado tan ocupada en componerle que no ha podido escribir [...] que dice que no puede acabar consigo de escribir en vísperas de toros; y está tan regocijada para ellos como si hubiesen de ser muy buenos y creo que serán muy ruines". Cualquier aficionado comprende, hoy a inicios del siglo XXI, el desasosiego de Magdalena y el agorero pronóstico del Rey que, además, fue acertado.
Citaremos, además, a Baltasar Porreño que menciona un festejo celebrado en el terrero de Palacio. Al parecer las reses lidiadas fueron reservonas y dieron poco juego. Eran, conviene recordarlo, toros muy diferentes a los de estos tiempos además de ser la lidia completamente distinta a la actual. El probable aburrimiento del público se interrumpió al hundirse un tablado aparatosamente. Salió maltrecho un caballero muy entendido que allí estaba. Alzó la cabeza el Rey "con su gran severidad, y sin hacer mudanza" y sentenció: "los toros son mansos, y los tablados bravos"**.
*Cartas de Felipe II a sus hijas, edición de Fernando Bouza, Madrid 1998, ** El suceso es referido por Baltasar Porreño en Dichos y hechos de el Señor Rey Don Phelipe Segundo, El Prudente, potentissimo y glorioso Monarca de las Españas, y de las Indias,
lunes, 28 de abril de 2014
NAVAJAS PIADOSAS
A finales del siglo XVIII el inquisidor general, don Agustín Rubín de Ceballos, prohibió y mandó recoger aquellas "navajas y cuchillos, que en los cabos tengan grabadas las imágenes de Nuestro Señor Jesuchristo ó insignias de su Pasión, o las imágenes de Nuestra Señora, o de otros Santos". No se consideraba respetuoso, al parecer, que se cortaran hogazas o se desollasen corderos con cuchillería tan piadosa. Menos aún que se resolviesen cuestiones y pesadumbres con una ferralla tan devota. No faltaban -es verdad- precedentes de espadas antiguas que albergaron en sus empuñaduras y pomos huesecillos de santos, fragmentos de hábitos y otras reliquias. Sin embargo no era lo mismo, es justo reconocerlo, la espada de un caballero que la navaja de un jayán. Ni daba igual combatir en las Navas o en Lepanto que participar en una pelea tabernaria. El Santo Oficio, ya a finales del setecientos, daba ya poco miedo y se dedicaba, más que nada, a rastrear papeles jacobinos y librepensadores de forma que estos mondadientes de Albacete -como las llamaban con desgarro los chisperos- circularían, sin mayores impedimentos y estarían a buen recaudo en bolsillos y faltriqueras de la gente goyesca. Saldrían a relucir en aquel terrible mayo, de muerte y gloria, de 1808.
jueves, 24 de abril de 2014
DE LA DEVOCIÓN A SAN MARCOS
A partir de San Marcos abandonaban los pastores los pastizales de invierno para subir, en su anual trasiego, a las serranías. Se dejaban atrás las navas de Sierra Morena con la vista puesta, más allá de Despeñaperros, en los agostaderos de las tierras de Albarracín, Molina de Aragón y Sigüenza. Por estas fechas ya celebraban los romanos las honras debidas a Pales, diosa de los rebaños y de los apriscos. Ovidio le concedió un reverente lugar en sus Fastos. Lo romano y lo cristiano definen la naturaleza de buena parte de nuestros días sagrados. Viene, por tanto, de antiguo que San Marcos sea fiesta principal en muchos pueblos y que la devoción quedase bien probada con procesiones, festejos taurómacos y otros regocijos. También se rezaban letanías mayores en procesiones generales para pedir lluvias y buenas cosechas. Algunos concejos, para salir de graves apuros, ofrecieron solemnes votos a san Marcos. En 1449, en Bedmar, un pueblo de Jaén, los vecinos se obligaron, durante el citado día, a comer sólo una vez y a no encender lumbre y a no amamantar a las criaturas hasta después de la misa mayor. Tampoco se podía alimentar a los animales. El voto imponía las mismas obligaciones a aquellos viajeros que pasaran por el pueblo. Motivo suficiente para dar un rodeo o cambiar el itinerario previsto y recorrer unas leguas más. No debía de ser infrecuente este tipo de promesas pues las Constituciones Sinodales del Obispado de Jaén, en 1624, recogían su existencia y las desaprobaban con absoluta claridad.
El dato de 1449 en: Troyano Biedma, J.M., Bedmar, 1985.
lunes, 14 de abril de 2014
FLORES DE LIS
jueves, 10 de abril de 2014
UN MAYORAZGO EN LA RIOJA
Galdós describe en De Oñate a La Granja la vida diaria de una casa grande en La Guardia -la hacienda de Castro Amézaga- en tiempos de la Primera Guerra Carlista. El texto nos aproxima a la vida del campo de otros tiempos, dependiente ya del mercado y de los precios, con libros de cuentas, pero con muchos rasgos de una economía doméstica y cerrada, no muy alejada de patrones medievales en pleno siglo XIX. Se iniciaba la jornada con la preparación del amasijo y del horno para el pan. Se entregaba uno de cinco libras a cada pastor o campesino con la correspondiente olla de habas. Además se encendían los fogones para la comida diaria de todos los de la casa, en los que se contaba un considerable número de criados. Junto a lo anterior, la mayorazga - pues era una mujer la que conducía con todo orden y rigor la hacienda- debía revisar las cubas y el vino de las bodegas, enviando al alambique el torcido para la elaboración de aguardiente. Había, también, que contabilizar el trigo que salía de los graneros para la molienda, la cebada para las mulas y lo sobrante para vender en el mercado, todo ello registrado en los correspondientes cuadernos en los que también se apuntaría lo vendido a los marchantes, pagado o no. Por supuesto era siempre prudente escuchar las opiniones de labradores y caseros experimentados sobre las previsiones de la cosecha o acerca de la conveniencia de construir más cubas, las fechas a iniciar las correspondientes labores del campo como cavas, riegos y barbechos, si era más sensato sembrar garbanzos o habas o si vendría bien meter el ganado a estercolar. Todo esto sin contar las grandes tareas de la siega, la vendimia o el esquileo de ovejas.
lunes, 7 de abril de 2014
CORSARIOS ESPAÑOLES
La actividad de los buques corsarios españoles fue muy notable a finales del siglo XVIII e inicios del XIX. Eran tiempos difíciles, cuando España se enfrentaba a Inglaterra y sufría los efectos de las desafortunadas y descaminadas alianzas con la Francia republicana y bonapartista. Sin abordar -nunca mejor dicho- cuestiones de política exterior, de las que ya habrá tiempo de tratar, menciono a continuación algunos nombres de buques y capitanes que navegaron y combatieron en aquellos años. Desconocidos y olvidados, es cierto, pero todos con un pasado de riesgo, valor y aventura. Los datos están tomados de distintos números de El Correo de España y sus Indias que daba cuenta, en esos días, de tales lances. Cito los nombres de los buques y capitanes tal y como aparecen en el citado boletín. Comencemos en la Navidad de 1792 cuando atracó en el puerto de Vigo El Repenillo tras haber apresado al Vivees, un bergantín inglés que faenaba en aguas de Terranova. El 16 de agosto de 1793 llegó a Liorna un bergantín corsario español de 16 cañones y cien hombres de tripulación, escoltaba a una polacra española. En 1796 era muy activo el corsario Santo Cristo de la Victoria, que capturó un buque norteamericano y dos ingleses y los condujo al puerto de Vigo. El seis de abril de 1795 atracó en el puerto de Santander el Neptuno, un quechemarín al mando del capitán don Francisco Oliver, tras capturar una galeaza danesa llamada Pedro Verf. En el verano de 1796 navegaba, al mando del capitán don Andrés Villalta, el Señor San José. Otro corsario de aquellos tiempos era el Santa Catalina. A finales del invierno de 1797 zarparon del puerto de Málaga el jabeque Príncipe de la Paz - de mal nombre- al mando de don Juan José Cucullu y el El Relámpago con su capitán don Mariano Piña. Este buque fue célebre y admirado por sus hazañas. En el mismo año, don Manuel Spiteri mandaba el jabeque La Venganza que partió a la aventura puerto de Cádiz. Este barco no debe confundirse con otro francés de igual nombre y también dedicado al corso. Entre febrero y marzo de 1798, don Manuel Fernández, capitán de Nuestra Señora del Rosario -conocido también con el goyesco nombre de El Bolero- capturó la fragata inglesa María, de Londres, cuyo capitán era Guillermo Bruchet. En junio de ese año el buque corsario El Cornel mantuvo un recio combate con otro inglés al que derrotó. La acción tuvo lugar sobre la derrota de Cartagena a Ibiza, costándole la vida a su capitán don Pedro Sala. En enero de 1799 atracó en Bayona de Galicia El Diligente, al mando de don Juan Barroso. Había abordado y capturado, tras un duro combate, un bergantín inglés con 3.500 quintales de bacalao. Se estuvo repartiendo estopa durante dos horas. Debemos indicar que El Diligente llevaba ya siete presas en su historial. En el verano de 1799, el corsario La Felicidad abordó la goleta británica Hau, mandada por el capitán Henry May, y conducida al puerto de Vigo. En el mismo año navegaba en el Estrecho de Gibraltar, en espera de hacer alguna captura, El Escorpión al mando de don Francisco de Paula. En ese año navegaban el capitán don Bartolomé Ferrer, creo que ibicenco, y su buque La Vigilancia. En enero de 1800 La Ventura era gobernada por el intrépido don Manuel Collado, con amplio historial de capturas. En dicho año hubo mucha actividad corsaria en las costas gallegas. Recordemos al Nuestra Señora de las Nieves, "el corsario español del comercio de Santiago", al buque El Magnífico y al San José y las Ánimas, cuyo capitán era don Manuel de Avendaño. Capturaron varios bergantines ingleses. La presa hecha por Avendaño fue el Susana "procedente de Irlanda, con carga de manteca y caxones de lencería para Lisboa". También atracó en Bayona el San Francisco Javier, conocido como El Espadarte. Fue su capitán don Lorenzo Olveyra. El Santa Victoria, llamado asimismo La Fortuna, apresó al bergantín inglés Lord Petre, de 130 toneladas. Su cargamento se subastó en Camariñas, en concreto 700 quintales de goma arábiga y un cajón de dátiles. Su armador era don José Roura y Sola, del puerto de Vigo.
martes, 1 de abril de 2014
DISCIPLINAS Y DISCIPLINANTES
Sebastián de Covarrubias en su Tesoro de la lengua española o castellana (1611), definía las disciplinas como "el manojo de cordeles con abrojuelos con que los disciplinantes se açotan". Los abrojuelos o rosetas eran piezas de hierro o de plata que guarnecían los ramales de dichos artilugios. Estos remates se sustituían, a veces, por canalones metálicos o bolas de cera mezcladas con vidrio pulverizado. Algunos, más rigurosos todavía, se mortificaban con cadenillas de hierro. San Carlos Borromeo aprobaba el uso de disciplinas como medio para compartir el sufrimiento padecido por Cristo o, como decía Covarrubias en un elegante español del XVII, "en remembrança de los açotes que Christo nuestro Señor padeció por nosotros". También se recurría a estas penitencias en las rogativas para pedir el cese de sequías, temporales, terremotos, plagas y epidemias o con motivo de las enfermedades de los reyes y otras personas reales. La práctica de disciplinarse fue muy difundida por franciscanos, dominicos y jesuitas. Desde el siglo XVI proliferaron las cofradías de disciplinantes bajo la advocación de la Veracruz vinculadas, en muchos casos, a los franciscanos. En éstas se podía ingresar como cofrade de luz -para alumbrar en las procesiones- o de sangre para someterse a las citadas mortificaciones.
El hábito de disciplinarse fue objeto de críticas y de desconfianza. La Iglesia no veía siempre con buenos ojos -dentro de lo posible para su tiempo y sin caer en el puritanismo- las extravagancias y excesos en las manifestaciones de fe. Covarrubias reconocía el mérito de los que se disciplinaban con sincera intención religiosa pero rechazaba, sin reservas, a aquéllos que lo hacían por vanidad o presunción. Proponía, además, que los prelados y la Justicia Real expulsasen de las procesiones a los farsantes y que se les castigase con severidad "que por ser tan notorios los excesos que se hazen no los declaro aquí, y porque se me haze vergüença". La razón es que muchos se atizaban disciplinazos no por remordimientos de conciencia sino por galantería, para quedar bien ante la amada, o para dar una imagen de tipos duros. Es probable que, ya a inicios del siglo XVIII, la figura del disciplinante se asociase a los ambientes más populares, desgarrados incluso, y que la gente de cierto viso se mantuviese a distancia de tan cruentas demostraciones de devoción real o aparente.
Con todo, y a pesar de las restricciones y censuras ilustradas, esta costumbre se mantuvo durante el siglo XIX. Así lo recoge Mesonero Romanos 1. También lo prueba el bando publicado en Madrid, por orden de Fernando VII, en la Semana Santa de 1825. En tal disposición se prohibía "andar disciplinándose, aspado, ni en habito de penitente". Los desobedientes y sus acompañantes, "con luces o sin ellas", serían condenados a severas penas: los nobles a diez años de servicio en un presidio -un acuartelamiento, plaza o fortaleza- y 500 ducados de multa para los pobres de la Cárcel Real. Los del estado general serían obligados, durante otros diez años, a trabajar como gastadores. A esto se le sumaba la propina de doscientos azotes 2. Si el pueblo llano quería penitencias ya las tenía: pico, pala y palo. No veamos, sin embargo, modernidades donde no podía haberlas. Más que los espectáculos escasamente edificantes, quizás a la policía fernandina le preocuparía la posibilidad de que circulasen -en pleno absolutismo- grupos de encapirotados, vestidos con amplios sayales -buenos para llevar discretamente papeles subversivos y armas- y campando por las calles. Los liberales, como era sabido, se podían ocultar en cualquier rincón.
El disciplinarse no era costumbre exclusiva de los españoles. Fernández de Oviedo, en tiempos de Carlos V, escribe en las Quinquagenas de la Nobleza de España, que fue una práctica introducida por los hombres de negocios genoveses, que se flagelaban los viernes de Cuaresma y los días de Semana Santa. Bien estaba, según algunos, que los negociantes soportasen unos zurriagazos en compensación por sus logros y ganancias ilícitas. Había, además, una sólida tradición flagelante en Florencia y en Nápoles. También en Alemania donde, según Covarrubias, " huvo una secta de hereges, que llamaron los Flagelantes" que "eran grandes vellacos y borrachos: y assi los condenaron por tales". La desconfianza o el notorio rechazo de las mortificaciones tenían un marcado aire erasmista. En su Manual del caballero cristiano - el Enquiridion- al que tan aficionados eran los españoles de tiempos de Carlos V- Erasmo decía: "No me impresionan ahora tus vigilias, ayunos, horas de silencio, de oración y otras prácticas por el estilo. No creeré que vives en el espíritu si no veo los frutos del espíritu". Bien se podía aplicar esta afirmación a las formas de devoción descritas. Ahora bien, censurar con demasiada energía y sin reservas, tales ejercicios ascéticos podía resultar peligroso en los siglos XVI y XVII. Marcel Bataillon, recuerda al doctor Egidio, procesado por el Santo Oficio a mediados del quinientos, por sospechoso de luteranismo. Decía que sólo Cristo quitaba el pecado y que estas penitencias no tenían otra consecuencia que lacerar los cuerpos.
1. Julio Puyol, "Plática de disciplinantes" en Homenaje a Bonilla y San Martín" I, 1927.
2. Diario de Madrid, miércoles 30 de marzo de 1825.