martes, 28 de enero de 2014

LA POCA FORTUNA DE UN LADRÓN DE LIMOSNAS

El santuario de Nuestra Señora de las Caldas está en el lugar de Barros, un señorío de la Casa de Aguilar en las Montañas de Santander. Dicen que en la primera guerra carlista fue lugar de amparo para las partidas que se levantaron por el Pretendiente. Muchos años antes, en 1567, un individuo intentó desvalijar el cepillo de la ermita en el que los devotos depositaban sus limosnas. En mala hora tomó esa decisión pues, según Juan de Villafañe, "sucediole muy mal el loco atrevimiento". Cuando estaba trasteando en la caja para conseguir unos ruines cuartos, que tampoco habría mucho más, quedó su mano atrapada y no la pudo sacar "por más que lo intentaba, y hacía fuerza para ello". Allí se quedó apresado. Fue descubierto por alguien que no dudó en avisar a la Justicia. El cronista consideró el suceso como un milagro justiciero. El robo se pagaba muy caro en aquellos años. Sin demasiados adornos, escuetamente, nos dice Villafañe: "fue castigado como merecía su atrevido intento, ahorcándole en el monte, que está enfrente, de la otra parte del Río".

Juan de Villafañe, Compendio histórico, en que se da noticia de las milagrosas, y devota imagenes de la Reyna de Cielos y Tierra, Maria Santissima, que se veneran en los mas celebres santuarios de España, Madrid 1740

jueves, 23 de enero de 2014

LOS PÁJAROS Y EL TIEMPO


Desde tiempos antiguos se ha tratado de pronosticar el tiempo a partir del comportamiento de las aves. Ovidio asociaba ciertos comportamientos de los grajos con la lluvia. Para Virgilio el fuerte aleteo de las bandadas de cuervos, en los campos labrados, anunciaba la llegada de las aguas. En Inglaterra había creencias similares, citadas por Robin Page en su interesante Wheater forecasting, the country way. De esta forma si, al amanecer, los grajos abandonan sus nidos en un vuelo rectilíneo el tiempo será estable y, en cambio, si se comportan de manera contraria la lluvia no está muy lejos. Además, si permanecen en sus nidos, a buen recaudo y graznando ruidosamente o si se alimentan con afán en los márgenes de los caminos y en las calles, es más que aconsejable no dejar muy lejos paraguas y gabardinas. Los grajos también aparecen en el folklore español como relojes naturales. Rodríguez Marín en sus Cien refranes andaluces de meteorología, cronología, agricultura y economía rural (Sevilla, 1894) recoge: "Cuando er grajo grajea/ Si no es medio día, poco le quea" y "Cuando er grajo canta/ si no es medio día, poco le farta".

domingo, 19 de enero de 2014

POBRES, PÍCAROS Y JUROS



Es sabido que muchos pobres recurrían a la picaresca para sobrevivir. Pérez de Herrera en su Amparo de pobres, advertía de la astucia de los pedigüeños. En El lego del Carmen, de Agustín Moreto, aparece un personaje que muestra algunas técnicas para ejercer, con razonable eficacia, la mendicidad. Lo primero, decía, era pedir con un "tonillo" adecuado pues "eso lastimará  a quien llega a oíllo". Lo suyo era hacerlo en falsete o contralto "que este es de los ochavos el asalto". No venía nada mal hacerse unas úlceras en la pierna con algunas hierbas apropiadas para tal uso, universal e infalible recurso para que cayesen, decía el pícaro, "mas cuartos que en taberna". Afirmaba, además, el muy ladino: "¿Pues hay renta más fija que dos llagas? / Pobre hay que no las diera si son finas / por un juro/ aunque sea de salinas". Tampoco sería para tanto,  la pobreza era pavorosa y por muchas argucias que pusieran los mendigos en juego difícilmente obtendrían ganancias de consideración. Unos cuartos para ir tirando por pueblos y caminos flanqueados por malas palabras, fríos y desasosiegos.

Los juros mencionados por el pobrete constituían una inversión muy frecuente en la España de los Austrias. A cambio de un préstamo realizado a la Real Hacienda, ésta se comprometía a pagar unos réditos procedentes de determinadas rentas reales. Fueron una fuente de ingresos muy apreciada aunque en el siglo XVII, la quiebra de las finanzas reales condujo a reducciones, quitas y atrasos en los pagos con gran contrariedad para los propietarios de dichos títulos.

miércoles, 15 de enero de 2014

SAN ANTÓN Y EL CEBONCILLO


El maestro Alonso de Villegas en su Flos Sanctorum, de finales del siglo XVI, menciona la vida, milagros y hechos prodigiosos atribuidos a san Antonio Abad. Decía Villegas: "pintanle a sus pies un puerco con una campanilla, y es la razon porque en Francia, teniendose devocion grande con san Antonio, por estar alli su cuerpo acostumbran en todas las piaras, y crias de puercos, señalar uno poniendole una campanilla, para ofrecerle cierto dia; y estiman en tanto a tal puerco, que si le hurtan sienten mas su perdida, que si les fuesen hurtados otros muchos; y este es el que pintan junto al Santo". Blas Antonio de Ceballos, en su Flores de El Yermo, en tiempos de Carlos II, indicaba que la costumbre de que san Antón esté acompañado por "un animalillo de cerda" se debe a que curó, e incluso resucitó según algunos, "un ceboncillo cojo y contrahecho, recien nacido". Al parecer, la cerda, madre del desafortunado marranillo, se lo llevó al Santo en actitud suplicante. Ocurrió el suceso en Barcelona. El ceboncillo que los devotos dedicaban a San Antón era intocable. ¡Ay de aquél que no lo respetase!.  En el mismo libro, Ceballos narra lo acaecido en Nápoles, en 1620, cuando un soldado llamado Pedro Tabres, junto a otros de su compañía, robó de una piara uno de estos cochinillos dedicados a san Antón. El porquero le suplicó, con toda humildad, que lo devolviese advirtiéndole de los riesgos en que incurría con tal desafuero. El soldado, desvergonzado, "haciendo donayre, y chanza" se burló con irreverencia de tales avisos. Pues bien: "al tiempo de comer el ceboncillo, con el primer bocado que metio en su blasfema boca, se quedó ahogado, con terror, y espanto de sus compañeros". Éstos no debieron de olvidar el lance en toda su vida. También debían arrostrar rigurosos castigos los que maltrataban a estos animales. Así, en caso de que alguno estuviese dando buena cuenta, por ejemplo, de un melonar no era cuestión de espantarlo con descomedimiento sino con tino y buenas formas por lo que pudiera pasar.





Ceballos menciona, además, un admirable episodio protagonizado por otro ceboncillo, noctámbulo ocasional, servicial y discreto Lo criaba un labrador por honrar al Santo. El animal campaba por sus respetos durante toda la jornada, por la aldea y cercanías -"a sus aventuras" dice felizmente el piadoso autor- buscándose su sustento sin hacer mal a nadie. Llegada la hora, se recogía sin mayor problema y con toda formalidad. Una noche no apareció por la casa a la hora de costumbre. Se fue el labrador a la cama con cierto desasosiego y al tiempo "assi que le oyó gruñir, y hocicar" se levantó y le abrió la puerta. Fue cosa sorprendente que "el ceboncillo al punto que vio a su amo, haciendole muchas fiestas, le asió fuertemente" y y lo arrastró hasta la mitad de la calle. El labrador estaba espantado pues "por más que forcejeava, no podia desasirse de animal tan pequeño". Pidió ayuda a su mujer y al salir ésta a la calle, a socorrer a su marido, justo en ese instante, la casa se hundió. Ambos salvaron milagrosamente la vida gracias a su devoción a san Antonio Abad, grande entre los santos.-

domingo, 12 de enero de 2014

LOS TOROS Y EL BOXEO



No fue fácil la introducción del boxeo en España. En junio de 1911 se organizaron en Madrid unos combates que, según la revista Gran Vida, produjeron tal rechazo que fueron prohibidos por orden gubernativa. No ocurría lo mismo con la lucha grecorromana que contaba con muchos aficionados, como se demostró en las competiciones celebradas en la Ciudad Lineal, en julio de dicho año. 6.000 pesetas, nada menos, obtendría el campeón. Se decía que este deporte apasionaba a los españoles tanto como los toros, lo que era sin duda exagerado. No era casual la comparación pues la inicial hostilidad hacia el boxeo tenía cierta relación con la tauromaquia. Los apologistas de la fiesta nacional, desde inicios del siglo XIX, comparaban la crueldad del pugilismo, practicado en Inglaterra, con la atribuida a la lidia. Por supuesto, a su juicio, el boxeo era un impresentable ejercicio. Respecto al rechazo que inspiraba, en la citada publicación -1 de junio de 1915- se daba cuenta del escaso público asistente a unos combates celebrados en esos días, "prueba evidente de que el boxeo cuenta en Madrid con pocos partidarios, cosa natural, pues es de justicia reconocer que si el boxeo como conocimiento personal todos debíamos aprenderlo y ejercitarlo, por ser de mucha utilidad, como espectáculo es de los más salvajes e incultos que se conocen". Y seguía argumentando el autor de la noticia: "Yo no comprendo cómo hay quien se entusiasme viendo pegarse y martirizarse a dos hombres que, aunque por el hecho de medirse por kilos, no parecen seres muy racionales, siempre resultará un espectáculo bárbaro; y es inhumano aplaudir a un hombre por haber dado un fuerte golpe a un semejante suyo o haber logrado nock out". A pesar de todo, el boxeo ganará adeptos en la España de inicios del siglo XX y entre aristócratas jóvenes, anglófilos y deportistas.

En la fotografía, a la izuierda, James John Corbett conocido como Gentleman Jim (1866-1933) 

lunes, 6 de enero de 2014

EL CRÉDITO DE LA NACIÓN ESPAÑOLA

Antonio Fernández de Biedma, era un soldado viejo que no anteponía el don a su nombre. Su hidalguía no necesitaba de adornos ni tratamientos. Fue teniente de la alcaidía de la castillo de Jaén y mandaba la guarnición de cuarenta soldados que guardaban la fortaleza.  Tuvo dos hijos también soldados que sirvieron en los tiempos de Felipe III y Felipe IV. Uno fue don Gaspar de Biedma y Narváez, caballero veinticuatro de Jaén, capitán de arcabuceros, a las órdenes de don Antonio de Mendoza y Salazar, combatiente en numerosas jornadas y hechos de armas, entre los que podemos recordar la toma de La Mamora, la Jornada de la Reina de Hungría y la defensa de Cádiz, frente a los ingleses en 1625. Murió, como bueno que era, en el sitio de Casal. Su hermano, don Gabriel de Biedma y Narváez, sirvió en Flandes entre 1624 y 1632. Estuvo en la toma de Breda, de manera que bien pudo ser uno de los soldados inmortalizados por Velázquez. También se batió -y transcribo los nombres como los leí en un documento del siglo XVII- en las jornadas de Grol, Sanfila, Bol, Rosandal, Francadal y Espira. Con motivo de su muerte, en 1632, el Cabildo municipal de Jaén recordó sus hazañas y servicios:

"Y en la retirada de los Países Baxos, en el encuentro que hubo con el enemigo donde peleo con tanto balor que hiço bolber a pelear muchos de los nuestros que huian y estando de guardia sobre las fortificaciones de Mastrique, con muchos soldados que tenia consigo, embistio cincuenta caballos del enemigo y quitandoles los prisioneros que llebaban mato algunos, hiço huir a los demas y ultimamente por el invencible balor con que solo acometio una tropa de caballos del enemigo que llebaban preso a un teniente y peleando con todos se lo quito y salbo [...] y peleo solo como baron fuerte y baleroso caballero, acreditando la opinion que todos tenian de biçarro y animoso soldado hasta que con siete heridas en el rostro y cabeça le prendieron con la flaqueza de la mucha sangre que por tantas bocas habia bertido [su muerte gloriosa] sustenta  el credito de la Nacion Española y de las armas de Su Magestad resultando dello gloria a su patria madre de tan glorioso hixo que con animo intrepido  ofrecio su vida en defensa de la causa catolica y de su Rey".

Esta declaración sería escuchada con verdadera reverencia por parte de los componentes del Cabildo municipal de Jaén, formado por caballeros veinticuatro y jurados. Muchos de ellos sabían de lo que se hablaba pues tenían un probado historial militar en los ejércitos católicos. No eran escasos, además, los que contaban con abuelos, padres o hermanos que habían empuñado la pica y vestido el coselete. Habían estado en Lepanto, en la Invencible, en Italia, Berbería, Flandes e Indias. También en la peligrosa y tremenda guerra contra los moriscos, levantados en el Alpujarras. Además, sus conocimientos de la política exterior española de la época no eran escasos por sus buenos contactos en la Corte y los consejos. Junto a lo anterior quiero también destacar la referencia a la Nación Española.  Se menciona con absoluta naturalidad, sin retórica alguna, en las actas del Cabildo municipal de una ciudad con voto en Cortes. Frente a lo que tantos afirman, cuando los españoles del siglo XVII hablaban de nación no se referían sólo al lugar de nacimiento, al pueblo, ciudad o comarca de donde se procedía, sino que también utilizaban este término en el sentido más moderno: la nación española como nación-estado -tal y como era en su momento histórico naturalmente- como unidad política sin perjuicio, por supuesto, de la existencia de los distintos reinos existentes dentro de una misma monarquía y regidos por una misma dinastía. La nación moderna no fue un invento de la Revolución Francesa ni España, desde luego, una creación del siglo XIX sino que aparece en la Historia de la mano del mundo moderno, desde el final de la Edad Media, al igual que otras naciones canónicas -utilizo la denominación de Gustavo Bueno- como  Francia, Portugal o Inglaterra.

El texto del Cabildo municipal en: Ángel Aponte Marín,  Reforma, decadencia y absolutismo, Jaén a inicios del Reinado de Felipe IV, Jaén 1998, págs. 200-201.

viernes, 3 de enero de 2014

DOMINGUILLOS, MARTINILLOS Y MARTINETES




El diario La Época del día 26 de junio de 1900 informaba: "Jaén.- En Úbeda ocurren cosas muy extrañas en una casa de aquel pueblo que tienen atemorizada a la gente crédula y supersticiosa. Asegúrase que en la referida casa hay misteriosas apariciones, que los objetos andan solos y que manos invisibles rompen los cacharros, revuelven las camas, trastornan los muebles, tiran piedras y reparten palos y bofetadas." La curiosidad era más poderosa que el espanto pues, como consta en la noticia, "mucha gente va a la casa del miedo , que es como se llama haciendo los más absurdos comentarios". Dentro de la.mentalidad popular estos sucesos se atribuían no sólo a fantasmas, o almas en pena, sino a las travesuras de los duendes, llamados en tierras de Jaén dominguillos, martinillos y martinetes. Algunas familias, hartas de sus fechorías, se mudaban de casa. No era siempre la solución pues los duendes -fieles o pertinaces, según se mire- no dudaban en seguirlas a sus nuevas residencias llevando, incluso, algún objeto olvidado del ajuar doméstico como cucharones o cazuelas.

Sobre  martinillos y similares: Aponte Marín, A., y López Cordero, J.A., El miedo en Jaén, Jaén 2000.