jueves, 30 de octubre de 2014

UN POEMA MACABRO DE GABRIEL Y GALÁN


                                                  QUÉ TENDRÁ?

                                                  Qué tendrá la hija
                                              del sepulturero
                           que con asco la miran los mozos,
                           que las mozas la miran con miedo?

                             Cuando llega el domingo a la plaza
                                          y está el bailoteo
                                          como el sol de alegre,
                                          vivo como el fuego,
                           no parece sino que una nube
                           se atraviesa delante del cielo;
                           no parece sino que se anuncia
                           que se acerca, que pasa un entierro...

                             Una ola de opacos rumores
                            sustituye al febril charloteo,
                            se cambian miradas
                            que expresan recelos,
                            el ritmo del baile
                            se torna más lento
                            y hasta los repiques
                            alegres y secos
                            de las castañuelas
                            callan un momento...

                        Un momento no más dura todo;
                            mas ¿que será aquello
                      que hasta falsas notas da la gaita
                             por hacer un gesto
                             con sus gruesos labios
                             el tamborilero?.

                      No hay memoria de amores manchados
                    porque nunca, a pesar de ser bellos,
                             <<buenos ojos tienes>>
                              le ha dicho un mancebo.

                      Y ella sigue desdenes rumiando,
                    y ella sigue rumiando desprecios,
                    pero siempre acercándose a todos,
                            siempre sonriendo,

                    presentándose en fiestas y bailes
                 y estrenando más ricos pañuelos...
                            ¿Qué tendrá la hija
                            del sepulturero?

... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 


                            Me lo dijo un mozo:
                            <<¿Ve usted esos pañuelos?
                  Pues se cuenta que son de otras mozas...
                  ¡de otras mozas que están ya pudriendo!...>>
                  Y es verdad que paece que güelen,
                  que güelen a muerto...



( José María Gabriel y Galán, Nuevas Castellanas, 1905)


jueves, 23 de octubre de 2014

DE LAS OBLIGACIONES DE LOS REYES

En los cabildos municipales de las ciudades con voto en Cortes se hablaba, y mucho, de política. No faltaban graves asuntos sobre los que discurrir: los males de la Monarquía, la quiebra de las arcas reales, el estado de las cosas de Flandes e Italia, la pobreza, que era mucha, las lluvias que no llegaban y los pobres que se morían  por los caminos. Esta gavilla de pesadumbres lastraba como plomo las conciencias de los regidores. Y no siempre los confesores, a los que se les consultaba sobre cuestiones muy serias para el porvenir de la república, eran indulgentes. Hubo dominicos en Jaén que denunciaban desde los púlpitos -y muy claro- la insufrible presión fiscal, la carestía y la miseria de los más desgraciados. El pueblo no votaba pero hablaba, sin demasiados melindres, por las calles y en papeles puestos en las puertas de las iglesias. La censura y el descrédito podían recaer en sus dirigentes naturales y la dignidad de aquellos hidalgos, descendientes de tales, no casaba bien con ir escondiéndose, abochornado, por esquinas y zaguanes. No era la nobleza provinciana tan indolente ni tan despreocupada como muchas veces se ha dicho. Los caballeros veinticuatro giennenses, a veces, pronunciaban sentencias dignas de ser perpetuadas en mármol. Reflejaban reflexiones serenas, lecturas de escritos sobre el cuerpo enfermo de la Monarquía de España. Pensamientos precursores del reformismo dieciochesco y del regeneracionismo que eclosionará a finales del XIX.

En 1628 Alonso de Valenzuela afirmó, de manera pública y sin miramientos, que un buen rey debía ser "padre, pastor y médico" y que los monarcas estaban obligados a "curar las enfermedades de los vasallos y remediar las sus necesidades aunque sea a su propia costa". Habrá cambiado el vocabulario político, es verdad, mas no los deberes de los reyes .

La cita de don Alonso en mi libro, Reforma, decadencia y absolutismo. Jaén a inicios del reinado de Felipe IV, 1998.

jueves, 16 de octubre de 2014

NAPOLEÓN Y LOS FRAILES



La invasión de España en 1808 era parte de un viejo proyecto histórico encaminado a hacer de Francia la gran potencia continental europea, no bajo los criterios del absolutismo monárquico sino a partir de su reciente herencia revolucionaria. Napoleón, para esta empresa, partía de una determinada visión de España, heredada de los tópicos ilustrados dominantes en la Francia del XVIII, reforzada a su vez por la penosa actuación de la Familia Real y de una parte de las elites españolas del momento. La imagen de una España atrasada, cerril, dominada por el oscurantismo y la superstición había calado en Francia desde la gran derrota de la Casa de Austria y seguía vigente en los tiempos de Bonaparte. Éste trataba de legitimar su invasión mediante una supuesta voluntad regeneradora e incluso supuestamente civilizadora como bien se puede comprobar en sus proclamas. Este discurso contó con el suficiente crédito y aceptación entre los afrancesados más convencidos y era generalmente aceptado fuera de España.

Iniciada la guerra, los boletines* publicados por Napoleón, sobre sus campañas en España, son una buena fuente para comprobar la mencionada visión. También para constatar que Bonaparte era consciente de que  el nervio y la base ideológica de la resistencia contra su ocupación era sostenida por la beligerancia del clero. La conciencia nacional y moderna, defendida  por los liberales convivía, frente a un enemigo común, con el fundamento religioso, popular y tradicionalista sostenido por frailes y clérigos del más diverso rango. Los ejemplos, desde las guerras de la Convención, son abundantes. Napoleón no desconocía este hecho y sus boletines lo demuestran.

El 15 de diciembre de 1808, desde Burgos se da cuenta, en un boletín, de la captura de unos prisioneros que llevaban en sus uniformes unos botones con la inscripción "Al vencedor de Francia". Dice el comunicado francés: "en esta fanfarronada ridícula se reconocen a los compatriotas de Don Quijote". El 13 de diciembre de 1808, desde Burgos, se describía con sarcasmo la movilización de los estudiantes de Salamanca que pretendían invadir Francia; también se ridiculizaba a los campesinos, todos fanáticos, que aspiraban a saquear Bayona y Burdeos y que creían ser guiados "por todos los santos aparecidos a unos monjes impostores". Esta afición milagrera, atribuida por la propaganda francesa a los españoles, es mencionada también en el boletín -firmado en Aranda de Duero el 26 de noviembre de 1808- cuando se refiere a "los monjes impostores que han hecho hablar a la Virgen del Pilar y a los santos de Valladolid".

La Inquisición, naturalmente, representaba para la propaganda bonapartista el símbolo de la España mas rancia y tenebrosa así, en el comunicado antes mencionado, del 26 de noviembre, se afirmaba de manera radical: "El reino de la Inquisición ha terminado". Sus tribunales, decía, nunca más atormentarían Europa y "el bochornoso espectáculo de los autos de fe no se volvería a producir". El Santo Oficio había dejado de ser lo que era hacía ya mucho tiempo, pero tales tópicos eran, por su naturaleza, muy difíciles de erradicar además de ser considerados muy útiles para legitimar la ocupación francesa. El comunicado denunciaba, junto a lo anterior, la abierta y extraña alianza de Inglaterra, la Inquisición  y los franciscanos. En el boletín del primero de enero de 1809 se unen, a esta triple alianza, los nostálgicos del orden feudal. Floridablanca era caracterizado como "un vejestorio que reúne la anglomanía más ciega con la devoción más supersticiosa. Sus confidentes y y sus amigos son los monjes más fanáticos e ignorantes".

Los frailes españoles eran según los boletines napoleónicos, los peores de Europa. A diferencia de los religiosos alemanes, italianos y franceses -ejemplo de mansedumbre, docilidad y formación- la clerigalla española era, según el boletín del 28 de noviembre de 1808, la hez del pueblo, ignorante, crápula, comparable a los matarifes de las carnicerías, sólo influyente en la plebe más inmunda. Así, declaraba el boletín: "una casa burguesa sería deshonrada sentando a un monje en su mesa". En diciembre de 1808 se mencionaba al obispo de Santander "animado más por el espíritu del demonio que del espíritu del Evangelio"y, en otra ocasión, se le atribuía la costumbre de ir por el mundo armado con un sable. Napoleón.


*Los distintos números del Bulletin de l'armée d'Espagne, en Oeuvres de Napoléon Bonaparte, edición C.L.F. Panckoucke, tomo IV, 1821


jueves, 9 de octubre de 2014

LUCES DEL 98



La noche cuenta tanto como el día y cada época tiene su luz. La luz en el Madrid del 98 era la de los arcos voltaicos de la Estación de Mediodía, también la originada por las bombillas de señales en las vías férreas o la de las mariposas de corcho, navegando como buques perdidos en agua y aceite. La luz del 98 relumbraba, modestamente, en faroles de petróleo, velas, quinqués de petróleo de sube y baja, a veces con pantalla blanca. Las sombras de la Villa y Corte se rompían por las llamaradas de las chimeneas de la Fábrica del Gas de Madrid, del gas que alimentaba los mecheros de las calles, envueltos en fundas blancas con fosforescencias de fuego fatuo. Aceras vislumbradas por faroles de sereno en las madrugadas de aguardiente, bohemia e infamia, velas de cera y sebo, venerables velones de aire velazqueño y humildes candiles de hogares proletarios. Baroja  describió, con maestría, las luces lúgubres del Hospital General y las -tímidamente- frívolas de los escaparates modestos. También los farolillos de verbena o los que encendieron en la jura de Alfonso XIII,

miércoles, 1 de octubre de 2014

COSAS DEL CAMPO, DE ESPAÑOLES Y DE INGLESES



La relación de las élites españolas e inglesas con el campo ha sido distinta a lo largo de los últimos siglos. La naturaleza del medio físico, los cambios experimentados en la propiedad de la tierra, la explotación de ésta, la función social de la nobleza y su relación con la Corte, las buenas o malas comunicaciones, la inseguridad e incluso la propia comodidad e incomodidad -extrema a veces- de las casas pueden explicar el origen de esta diferencia. Sobre esta cuestión escribo en Nueva Revista.