Durante el reinado de Isabel II, a medida que aumentaba la oposición progresista, los partidarios del liberalismo económico demostraron un notable activismo. Fue muy influyente el ciclo de conferencias, organizado por el Ateneo, en 1862-1863, en el que participaron nada menos que Echegaray, el duque de Almodóvar del Río, Moret, Castelar y Laureano Figuerola, entre otros. Los librecambistas eran apoyados por las asociaciones mercantiles madrileñas, partidarias de la eliminación de restricciones al comercio. Los proteccionistas se alineaban tanto en el flanco derecho como a la izquierda del mapa político español. Los cambios de opinión eran frecuentes. En el campo más conservador, el proteccionismo ejercía una natural atracción quizás por la nostalgia del mercantilismo y de las economías relativamente cerradas del Antiguo Régimen. Entre los liberales de izquierda y los republicanos había de todo. A Castelar se le acusó de haber pasado de considerar al proteccionismo como una "gran iniquidad" a defenderlo. Los republicanos federales catalanes eran abiertamente contrarios al librecambismo.Tampoco faltaban posiciones de gran ambigüedad como la demostrada por el Partido Democrático, situado en la izquierda radical de la época, que declaraba en 1849 ser partidario de acabar "con las prohibiciones absolutas y en su lugar establecer derechos protectores que, conciliando todos los intereses, salvaren a la industria nacional de una competencia prematura y ruinosa".
Cuando fue destronada Isabel II, Laureano Figuerola, desde el ministerio de Hacienda, impulsó decididamente una política librecambista. La Bolsa y el Círculo Mercantil apoyaban estas medidas y se oponían, en cambio, los fabricantes catalanes, representados por el Fomento de la Producción Nacional. Una de las primeras actividades de esta liga fue la manifestación que tuvo lugar en marzo de 1869 en Barcelona. En tal demostración participaron desde los más acaudalados empresarios catalanes a los dependientes de comercio, comisionistas, comerciantes. corredores y obreros. En su cabecera iba Pascual Madoz, "muy aviejado y bastante displicente". Los manifestantes enarbolaban banderas y estandartes gremiales, algunos del siglo XVIII, de terciopelo grana y bordados en oro, y marchaban acompasados con bandas de música. Los más radicales llevaban letreros que defendían la república federal y lemas como "No queremos la libertad de morirnos de hambre". Decía la prensa que era un acto "digno de la capital de Inglaterra". Esto debía de ser un notable elogió. Se dirigieron al público, entre otros Almirall y Madoz. Éste no dejó de pasar un rato incómodo cuando, al declarar su monarquismo, fue objeto del rechazo de buena parte de los manifestantes. Eran días agitados, apenas unos meses después de la caída de Isabel II. Los ánimos se fueron caldeando y uno de los oradores, Antonio Pasarell, defendió la idea de que Figuerola debía declararse "traidor a la patria". La manifestación comenzó a las diez y media de la mañana y acabó hacia las cinco de la tarde. Hubo agasajo en los locales del Fomento de la Producción Nacional y exposición de los citados estandartes.
Cuando fue destronada Isabel II, Laureano Figuerola, desde el ministerio de Hacienda, impulsó decididamente una política librecambista. La Bolsa y el Círculo Mercantil apoyaban estas medidas y se oponían, en cambio, los fabricantes catalanes, representados por el Fomento de la Producción Nacional. Una de las primeras actividades de esta liga fue la manifestación que tuvo lugar en marzo de 1869 en Barcelona. En tal demostración participaron desde los más acaudalados empresarios catalanes a los dependientes de comercio, comisionistas, comerciantes. corredores y obreros. En su cabecera iba Pascual Madoz, "muy aviejado y bastante displicente". Los manifestantes enarbolaban banderas y estandartes gremiales, algunos del siglo XVIII, de terciopelo grana y bordados en oro, y marchaban acompasados con bandas de música. Los más radicales llevaban letreros que defendían la república federal y lemas como "No queremos la libertad de morirnos de hambre". Decía la prensa que era un acto "digno de la capital de Inglaterra". Esto debía de ser un notable elogió. Se dirigieron al público, entre otros Almirall y Madoz. Éste no dejó de pasar un rato incómodo cuando, al declarar su monarquismo, fue objeto del rechazo de buena parte de los manifestantes. Eran días agitados, apenas unos meses después de la caída de Isabel II. Los ánimos se fueron caldeando y uno de los oradores, Antonio Pasarell, defendió la idea de que Figuerola debía declararse "traidor a la patria". La manifestación comenzó a las diez y media de la mañana y acabó hacia las cinco de la tarde. Hubo agasajo en los locales del Fomento de la Producción Nacional y exposición de los citados estandartes.