miércoles, 25 de noviembre de 2015

LOS LOBOS DE POZOBLANCO EN 1614



En las cuentas del concejo de Pozoblanco, en Sierra Morena y en el Reino de Córdoba, correspondientes al año 1614, según consta en su Archivo Municipal, se registran unos libramientos por valor de 8.112 maravedíes destinados al pago "de personas que an matado lobos y zorras". Las libranzas, tal y como aparecen en el documento consultado y en el mismo orden, fueron las siguientes:

A Miguel Ruiz: 1.500 maravedíes por un lobo.
A Luis Gómez: cuatro ducados por una camada de lobos.
A Juan Gómez: 1.500 maravedíes por un lobo.
A Diego García Redondo: 1.500 maravedíes por un lobo.
A Juan Ruiz El Mozo: 1.500 maravedíes por un lobo.
A Alonso Alamillo y Juan Bautista: 612 maravedíes por nueve zorras.

La caza de lobos y zorros se financiaba a través de un repartimiento al que contribuían los concejos integrados en la mancomunidad de las Siete Villas del Valle de los Pedroches.

domingo, 22 de noviembre de 2015

EL BRASERO DE GONZÁLEZ BRAVO


"El Ministro de la Gobernación, Don Luis González Bravo, meditaba en su poltrona, con los pies en la tarima del brasero y el gorro turco sobre la oreja. Meditaba , y se enfriaba el chocolate con churros, que solía tomar en las horas de madrugada". (Ramón del Valle-Inclán, La Corte de los Milagros, 1927)

domingo, 15 de noviembre de 2015

LA COFRADÍA DE ÁNIMAS DEL PURGATORIO EN VILCHES DURANTE EL SIGLO XVIII(y II)


Detalle del cuadro de las Ánimas del Purgatorio de la Iglesia Parroquial de  San Miguel Arcángel de Vilches. 
Las manifestaciones y practicas de piedad religiosa de la cofradía, según los estatutos de 1779, eran las heredadas de siglos anteriores. La religiosidad ilustrada no había llegado a la España rural ni, en general, a los medios populares. Se preferían las formas de devoción más tradicionales e inteligibles. La visión del Purgatorio recogida en los citados estatutos -quizás redactados por el bachiller Pérez y Cano de la Vega- podría haberse escrito en el siglo XVII:

 "Y a la verdad esta piadosa Madre [la Iglesia] considera a las almas en este lugar reducidas a el estado más triste y menesteroso, y rodeadas de llamas tan activas, como las del infierno. El humo las obliga a derramar perennes lágrimas; pero lágrimas sin fruto para templar aquellos ardores. Sugetas a una perpetua vigilia no tienen otro lecho, que los dolores; ni otro desaogo, que los gemidos; no otro refrigerio, que las ascuas, no otra claridad que las tinieblas; no otro alivio que la esperanza en la piedad de los amigos". 

Es el panorama que aparece en las pinturas y retablos dedicados a las ánimas. En la Iglesia de San Miguel de Vilches se conserva un gran lienzo, pintado en 1673 por el baezano Salvador Velasco, con todos los motivos y atributos propios del Purgatorio y sus ánimas. Esta pintura, recientemente restaurada, fue objeto de la censura de un representante del Obispo por la ligereza de ropa vestida por las almas en pena y por lo excesivo de sus curvas. Sobre este asunto escribiremos en otra ocasión. 

En general, la religiosidad de la cofradía se fundamentaba en la misa, la bula y la limosna. Los estatutos prohibían de manera expresa cualquier otra forma de sociabilidad cofradiera como las "comidas, bebidas y agasajos" que, sospecho, debieron de celebrarse con demasiada frecuencia antes de la refundación de 1779. Respecto a las bulas, citaré la costeada por el mayordomo de la hermandad, Bartolomé de Cazorla "y demás cofrades" que concedía indulgencia plenaria durante todos los días del año a los que rezasen por las ánimas en alguno de los altares de la parroquia. Se oficiaban, junto a lo anterior, misas de alba los domingos y festivos, así como oficios mayores y menores, a veces con sus correspodientes sermones y, cada cuatro meses, un oficio solemne el domingo, de asistencia y comunión obligatoria para todos los cofrades.

La presencia de la cofradía en las calles era, a diferencia de otras hermandades y congregaciones, diaria. Todas las noches salían los cofrades a pedir limosna "a son de campana" para sufragar misas por las ánimas. Los sábados debían rendir cuentas de todo lo recogido ante el Hermano Mayor. Considere el lector el nudo en la garganta que causaría el oír, en la oscuridad de las calles de un pueblo del siglo XVIII, la campana de los postulantes acompañada por las más lúgubres y agoreras letanías. Asimismo estaba presente la cofradía en las exequias y entierros de sus hermanos y de los familiares de éstos. Con motivo de cada fallecimiento se rezaban veinticuatro misas y un oficio mayor. Los cofrades, se recogía en los estatutos, "nos obligamos también a asistir a su entierro y a llevar en hombros su cadáver siendo seglares, que los presbíteros los exceptuamos de esta obligación, pero no de dicha asistencia". El cortejo fúnebre era alumbrado con doce blandones y los cofrades se obligaban a custodiar el cadáver hasta su inhumación.
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Notas: buena parte de los datos de la cofradía ya fueron publicados por el que esto escribe en "La devoción a las Ánimas del Purgatorio en Vilches en los siglos XVII y XVIII", El Toro de Caña, Revista de Cultura Tradicional de la Provincia de Jaén, 5. Los estatutos de 1779 se conservan en una copia manuscrita en el Archivo Parroquial de Vilches. Las cuestiones relativas al cuadro de las Ánimas están tomadas de un breve e interesante artículo de B. Navarrete Prieto,"El retablo de las Ánimas de la iglesia de San Miguel Arcángel de Vilches", recogido en un  programa de fiestas de Vilches editado en 1996. 

martes, 10 de noviembre de 2015

LA COFRADÍA DE ÁNIMAS DEL PURGATORIO EN VILCHES DURANTE EL SIGLO XVIII(I)


La devoción a las Ánimas del Purgatorio fue una de las más populares y extendidas en la España de los siglos XVI al XIX. La Iglesia Católica considera que los que mueren, sin estar absolutamente limpios de pecado, deben pasar por un estado previo de expiación y purificación antes de ir al Cielo. La estancia en el Purgatorio, al menos en aquellos siglos, era cuantificable temporalmente y podía reducirse mediante indulgencias y méritos ganados en vida o, también, por las oraciones y buenas acciones que los vivos dedicaban a las almas en pena. No era propio de buenos cristianos olvidar los padecimientos de los que habían muerto y tenían todavía que saldar antiguas deudas. Con tal fin se constituyeron cofradías dedicadas a las Ánimas Benditas.

En Vilches, un pueblo del norte de la provincia de Jaén, cercano a Sierra Morena, esta devoción estaba muy extendida. La cercanía a la comunidad carmelita de La Peñuela y la presencia de beatas adscritas a dicha orden pudieron influir en su difusión. En la relación del prior de la parroquia de Santiago, don Francisco de Torres, de 1594, no se menciona la existencia de cofradía de Ánimas alguna en Vilches. Creo, sin embargo, que debió de fundarse por esos años o a inicios del siglo XVII. La primera referencia que conozco de ésta es de noviembre de 1609 y está relacionada con el reconocimiento de una deuda contraída por Miguel de Cazorla y Luisa de Linares. 

La cofradía mantuvo cierta actividad durante el siglo XVII y la primera mitad del siglo XVIII. No fueron malos tiempos para ésta. En 1662 existía una capilla dedicada a las Ánimas en la Iglesia Parroquial de San Miguel. En ese año, con motivo de una visita pastoral, ordenada por el Obispo de Jaén, se mandó poner en dicha capilla una puerta con su reja. Ésta debía estar coronada "con algunas calaveras y güesos y una cruz en medio y se pida a el arzobispo nuestro señor se conceda las indulgencias que pueda a los que reçaren o dieren limosna para las benditas ánimas del Purgatorio".  

No es aventurado pensar que la cofradía de Ánimas vivió desde mediados del siglo XVIII una notoria decadencia. El primero de enero de 1779 el prior de la parroquia de San Miguel Arcángel, don Antonio Pérez Cano de la Vega, presentó al obispo de Jaén unos estatutos renovados que pretendían reformar la cofradía. Fueron aprobados el cinco de junio de dicho año, al tiempo que se nombraba como hermano mayor al citado prior.  Los nuevos estatutos recogen diversas medidas y prevenciones que apuntan hacia los verdaderos motivos de la severa crisis vivida en la vieja cofradía de Ánimas. Pretendían, ante todo, evitar la existencia de rivalidades internas, la negligencia de los cofrades en el cumplimiento de sus obligaciones y la mala administración de sus bienes. Conformaban una cofradía cerrada y controlada por el prior de San Miguel. Estaría formada por cuarenta cofrades "sin que por ningún título se pueda mudar, ni alterar el referido número". El acceso a una plaza de cofrade tenía un carácter casi hereditario. Los cofrades, a su muerte, llegarían su puesto a sus hijos mayores pasando este privilegio a los hermanos menores, por orden de edad, en caso de renuncia del primogénito, ausencia continuada o incompatibilidad por "alguna tacha que lo haga indigno de ser admitido a esta cofradía". No se indicaba la naturaleza de estas tachas lo que daba a los cofrades, y en particular al Hermano Mayor, una amplias facultades para rechazar a quien considerasen oportuno. En ningún punto de los estatutos se mencionan exigencias de limpieza de sangre o incompatibilidades derivadas del ejercicio de oficios mecánicos. La limitación del número de cofrades era un rasgo propio de hermandades nobiliarias - que evidentemente no era el caso de la que nos ocupa- o que pretendían agrupar a los notables locales, lo que posiblemente sí se buscaba en Vilches. 

En la relación de cofrades de 1779 aparecen varios miembros de la familias Herrera, Navarrete y Conejero, poseedoras de bienes raíces y oficios públicos. Pero no todo era vanidad, se buscaba también seleccionar a los aspirantes mediante la garantía de que "el pretendiente es zeloso, de buena conducta, y de genio pacífico, de suerte que no perturbe la paz y amor fraternal que debe resplandecer en los cofrades de esta cofradía". Estaban muy escarmentados y querían evitar querellas y rivalidades provocadas por facciones y camarillas. Cada solicitud de ingreso sería estudiada, se instruiría el correspondiente informe del aspirante y después los cofrades votarían para autorizar o no su admisión. No era necesaria, por lo que deduzco, unanimidad sino una mayoría simple de votos a favor del pretendiente. Al ingresar en la institución el nuevo cofrade debía pagar seis reales, una cantidad modesta.

La relación de hermanos en el momento de la refundación de la cofradía es la siguiente:

Bachiller don Antonio Pérez y Cano de la Vega, prior de la Parroquia de San Miguel Arcángel
Bachiller don Eufrasio García, cura de San Miguel Arcángel
Don Domingo Ramón de la Cárcel, presbítero de San Miguel Arcángel
Pedro Conejero 'El Mayor'
Juan Romero
José de Molina
Salvador de Ortega
Alonso Juan López
Miguel de Navarrete
José de Hervás
Antonio Fernández
Francisco Ruiz
Miguel Tito de la Herrera
Rodrigo Garrido
Antonio María Torre
Mateo López
Francisco Javier Martínez
Miguel Conejero
Pedro Fernández Chacón
Matías Fernández
Manuel Jurado
Jerónimo Salazar
Pedro de la Cruz
Jerónimo Ramal
Miguel de la Herrera Navarrete
Antonio de la Herrera y Moreno
José de la Peña
Francisco Conejero
Bartolomé Martínez
Antonio María de la Torre
Esteban de la Cruz Olivares
Bartolomé de Molina
Miguel López Peña
Pedro Serafín Ruiz
Francisco de los Santos Martínez
Martín de la Torre
Pedro Fernández
Francisco de la Herrera Navarrete
José Hervás de Torre
José Balboa Cortés
Bartolomé Jurado
Juan de la Herrera Conejero
Matías Moreno.
Gregorio Balboa

El gobierno de la cofradía estaba constituido por el Hermano Mayor, dos fiscales y un notario. Los nuevos estatutos concedían al primero unas amplias atribuciones que buscaban reforzar su autoridad para evitar los desbarajustes que, al parecer, se produjeron en la cofradía en décadas anteriores. Administraba los bienes de ésta y velaba por el cumplimiento de oficios mayores y menores, aniversarios, misas rezadas y otras obligaciones piadosas. Los fiscales ayudaban al Hermano Mayor en la cobranza de arriendos, censos y limosnas, además de citar, por orden de éste, a los cofrades para que asistiesen a oficios religiosos y entierros de hermanos o familiares de éstos. El notario debía recoger en el correspondiente libro los acuerdos tomados en los cabildos además de realizar labores de contaduría. Los fondos de la cofradía procedían, como era habitual, de mandas testamentarias y donaciones. Aparte de las limosnas en metálico o en especie -normalmente aceite- se financiaba por medio de censos y el arrendamiento de algunos inmuebles. El monto total del principal de los censos disfrutados por la institución ascendía a algo más de dos cuentos de maravedíes. El dinero se guardaba en un arca de tres llaves. Se prohibían, de manera explícita, los préstamos "ni aún con título de esperanza de algún hecho piadoso", entregar cera de la cofradía a particulares y "expender cosa alguna del caudal de las Ánimas en comidas, bebidas y agasajos". Estas prevenciones apuntan a las posibles causas de la decadencia de la hermandad en su etapa anterior. Se era cofrade para rezar por los muertos y no para participar en francachelas.



jueves, 5 de noviembre de 2015

FESTEJOS POR LA CANONIZACIÓN DE SANTA TERESA EN JAÉN

En 1622, recién iniciado el reinado de Felipe IV, fueron canonizados santa Teresa de Jesús, san Ignacio de Loyola, san Francisco Javier y san Isidro Labrador. Estos grandes sucesos se celebraron con toda suerte de oficios religiosos y festejos. Estaba bien alegre España y Jaén no fue una excepción. Tanto los jesuitas, que demostraron un gran entusiasmo, como los carmelitas descalzos se afanaron por dar el mayor realce a la ocasión. Desde la beatificación de santa Teresa, en 1614, esta orden celebraba fiestas en su honor durante el mes de octubre. En 1618, los Carmelitas de Jaén gastaron nada menos que cien ducados en fuegos artificiales que, lamentablemente, no se pudieron disfrutar por el mal tiempo que hizo durante aquellos días*. Cien ducados era mucho dinero y la Santa los habría empleado probablemente en otros menesteres. También los temporales obligaron a que se suspendiese un festejo de dieciséis toros. La tauromaquia no era una novedad en las celebraciones carmelitanas pues con motivo de la mencionada beatificación hubo toros en todas las poblaciones donde había conventos de la orden. Se lidiaron más de doscientas reses. Así lo afirmó, al menos, fray Diego de San José en 1615 **. En estas circunstancias, a finales de agosto de 1622, el prior de los Carmelitas Descalzos invitó al Cabildo municipal de Jaén a la procesión y demás oficios religiosos organizados en honor de la Santa por su canonización***. El dos de septiembre, corregidor y caballeros veinticuatro, decidieron unirse a las celebraciones. El día de san Francisco de Asís hubo una procesión que partió de la Catedral de Jaén y se dirigió al convento de las Descalzas. El cinco de octubre la Justicia, Regimiento y demás oficiales del Cabildo municipal asistieron a una fiestas religiosas en dicho convento. Los regidores ordenaron, además, que durante la víspera, ya acabado el día, se encendiesen luminarias en las casas del Ayuntamiento y se lanzase abundante cohetería. Pidieron a los vecinos que iluminasen sus casas para que todas las calles tuviesen un alegre aspecto. Debió de parecer la ciudad castillo de libro de caballerías entre tantos resplandores. Se dispuso además la distribución de cera entre los caballeros del Ayuntamiento. Todo lo relativo a la cera provocaba en el seno del Cabildo diferencias y suspicacias por razones protocolarias y económicas. Unos decían que era muy cara, otros que no todos tenían derecho a llevar vela, otros proclamaban que sin vela no salían en la procesión y, también, había polémicas sobre si había que entregar al Ayuntamiento los cabos de cera sobrantes o si se los podía llevar cada uno a sus casas. Se podían jugar dieciséis toros y no había más cuestión pero en lo de la cera se enconaban las diferencias, Detrás de cada candela había un agravio y una suspicacia protocolaria. Eran así y no tenían remedio. Benditos sean. Se encomendó la organización de todos estos regocijos a  los caballeros veinticuatro Juan de Baena Calle y don Luis de Villalbos y al jurado Gaspar de Palma. Para pagarlos se libraron 500 reales de los que la mitad se emplearon en "los artificios de fuegos y danza en la fiesta que hiço la ciudad a la Santa Theresa de Jesús". Respecto a la danza, hace años encontré una escritura notarial en la que se especificaba que Jusepe Martínez de Ávila, vecino de Jaén, se comprometía a “sacar el dia de la prozesion de la Santa Madre Teresa de Jesús que a de ser a cinco de otubre deste año desde la Iglesia Mayor hasta el Convento de los Carmelitas Descalzos dos danzas una de sarao y otra de Yndios”. Debió de ser un llamativo espectáculo, en particular la danza de indios. Y, por supuesto, se corrieron toros en aquellos días, en concreto el 10 de octubre de 1622 y no sólo en honor de santa Teresa sino también de don Alonso de la Cueva, marqués de Bedmar, al el Papa había hecho cardenal. Se construyeron tablados y se alquilaron balcones y terrados para ver la lidia.

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*Coronas Tejada, Jaén, siglo XVII, Jaén 1994, págs. 228-229.
**Rodriguez Villa, Antonio, La Corte y la Monarquía de España en los años de 1636 y 37, Madrid, 1886.
*** Archivo Municipal de Jaén; actas capitulares correspondientes a los cabildos celebrados el 2 de septiembre y el 17 de octubre de 1622.